Al andar yo entre cojos y mancos, deseo resaltar, un aspecto clínico de Santa Teresa: las fracturas. En solo dos ocasiones, consultó la santa a curanderos por problemas de salud: el de Becedas, en su época de novicia, y, años más tarde, el de Medina del Campo.

Estando en el Convento de San José de Ávila, en el año 1577, como consecuencia de una caída -y no en un éxtasis, como se ha dicho-, se fracturó el brazo izquierdo.

Santa Teresa se rompería el cuarto distal del radio, apresurándome a decir que lo señalo como posibilidad, pues no consta el dato en la bibliografía consultada.

Nacida el año 1515, cuando sufrió la caída en 1577, tenía 62 años, y a esta edad las mujeres suelen tener problemas de pérdida de calcio en los huesos, siendo la osteoporosis, enfermedad típicamente femenina.

¿Es deseo mío inventar una nueva enfermedad en la santa? En modo alguno, pues existe con la edad una osteoporosis que podríamos llamar fisiológica, probablemente relacionada con el trastorno hormonal de la menopausia.

Los huesos osteoporóticos pierden consistencia y elasticidad; se tornan frágiles, rompiéndose con relativa facilidad. Y los tres sitios que más frecuentemente se fracturan en mujeres climatéricas son: El cuarto distal del radio (la famosa fractura que describiera Abraham Colles), la cadera -cuello de fémur-, y la columna -cuerpo vertebral-.

Pero es la fractura de Colles, la más frecuente que padece el ser humano y se nos dice que Santa Teresa «se fracturó el brazo izquierdo».

Dada la edad de la mística, es muy probable que esta fuera la fractura padecida por la santa.

Esta fractura tiene la peculiaridad de que el fragmento distal sufre tres desplazamientos, que si no se reducen, el hueso «pega», consolida mal.

Según mi modesto entender, esto es lo que le ocurrió a la santa de Ávila, y este, y no otro, el motivo por el que acudió a una famosa curandera de Medina del Campo, donde le practicaron una osteoclasia (romper de nuevo el hueso para enderezarlo), de la que «quedó manca, y en toda la vida pudo vestirse, ni desnudarse, ni ponerse el velo sobre la cabeza».

Conclusión: Teresa de Jesús, a partir de los 62 años de edad, y hasta que murió de cáncer de útero, fue «manca», debido a una fractura de radio que «pegó» mal, y debió quedar peor, después de la intervención de la curandera.

No le fue bien a la santa el tema de las curanderas, pues la de Becedas, a punto estuvo de llevarla al otro barrio con un cuadro de probable intoxicación por plantas medicinales, y la de Medina del Campo, la dejó manca.

Toda la patología psiquiátrica atribuida a la abulense: histeria, neurosis, depresión, epilepsia, no nos parece que se ajuste a la realidad.

En este terreno nos movemos con precaución porque la angustia vital que la caracterizó, somatizó gran parte de la clínica que tuvo y que la enredó en el sufrimiento y en el dolor.

Existe una tendencia moderna a psiquiatrizar a personajes famosos, desvirtuando la realidad.

Santa Teresa, por los conflictos internos que tuvo a lo largo de su vida, sintió la angustia desde lo más íntimo de su ser, y esta circunstancia hace que la consideremos como timopática, que bajo mi visión, más que enfermar, es una forma de ser.

Pero ella supo negociar con su angustia de una manera brillante y su yo robusto, la hizo una trabajadora incansable, inteligente, excepcional escritora y amante de su entorno de una manera especial.

Su alma buscó apasionadamente a Dios, y lo encontró, y lo amó sin reservas por el sendero de la santidad.

Nos proponemos aclarar, en futuros artículos, algunos aspectos de la santa, en todos los campos de su biografía.