Primero vinieron a por los trabajadores con derechos. Los llamaron privilegiados porque en caso de despido improcedente recibían una indemnización tan elevada que hundían a las empresas. Impusieron el despido gratuito y los contratos temporales.

Después, o a la vez, vinieron a por los parados con derechos. Les acusaron de vagos y de cometer fraude porque a la vez que cobraban el paro hacían las famosas «chapuzas» para ir tirando. Recortaron la prestación por desempleo para incentivar la búsqueda de trabajo, y cuando llegaron a los seis millones, de ellos más de la mitad de jóvenes, promovieron la movilidad exterior: emigrar.

Al mismo tiempo vinieron a por los funcionarios. Dijeron que eran los vagos y antipáticos de las ventanillas, casi siempre vacías por el cafelito de media mañana, y por ello prescindibles. Dejaron de «reponer» el puesto de los que se jubilaban y de sustituir a los que tenían cualquier permiso. Se ahorraron miles de millones a costa del empleo fijo y con derechos, de aumentar el paro y de deteriorar los servicios públicos.

En el camino fueron persiguiendo a los inmigrantes que nos quitan el trabajo y saturan los centros sanitarios; a los discapacitados que vuelven a ser una carga para su familia, si la tienen; a los enfermos consumidores compulsivos de medicamentos para que los copaguen; a los que andan todo el día pleiteando porque la justicia les sale gratis; a los becarios que además de pobres estudian lo justo para aprobar?

Llevaban varios años viniendo a por los pensionistas del futuro, a través de Pactos de Toledo que, para mantener el sistema, lo reducían rebajando la pensión y retrasando la edad de jubilación ¡Qué sabios!

Y aquí están otra vez, los sabios, a por los pensionistas de hoy y de mañana, por culpa de la buena salud de la población que les impide morirse a tiempo para no vaciar la caja de la seguridad social, cada vez más vacía porque antes habían ido a por los trabajadores fijos y precarios, los funcionarios, los inmigrantes? porque hay seis millones de parados que no cotizan.

Han dicho los mismos sabios que han venido a por todos, que la gente vive muchos años, pese a cobrar menos y trabajar más, pagar sus medicinas y sufrir los recortes en sanidad. Esperanza de vida lo llaman. Y a grandes males, mejores remedios: si viven más años, que trabajen más años.

Porque hay que reconocer que la gente se había acostumbrado a jubilarse «de pie»: con dignidad, con satisfacción por el trabajo bien hecho durante más de treinta o cuarenta o más años; con una pensión pequeña pero merecida y suficiente para vivir y hasta ayudar a los hijos si lo necesitan mientras el cuerpo aguante; y para divertirse mientras aguanta, ¡que ya se ha contribuido con la sociedad durante los años de trabajo, y había llegado el júbilo! Digno, merecido, indiscutible. Constitucional, me atrevo a decir para consolidar el pensamiento de justicia y el sentimiento de gratitud.

Pero no, señores jubilados y señoras a punto de jubilarse. Los sabios han hecho cuentas y han concluido que ustedes viven demasiados años para poder sostener el sistema de pensiones.

Por ello van a tener que seguir trabajando «de rodillas» hasta que el cuerpo aguante. Nada de viajecitos del Imserso con baile incluido, ni de cuidar a los nietos para que los hijos vayan a trabajar. Las cosas son así: no hay gente suficiente trabajando para pagar tantos años de pensiones sin trabajar. Y si no, muéranse antes, como dijo un sabio japonés; o al menos como la media de los países europeos, o la media mundial que incluye a los países que se mueren apenas nacen. No como ustedes. Como nosotros.

Los sabios han decidido calcular la edad de jubilación y la cuantía de las pensiones en función de la esperanza de vida de los jubilados y de la esperanza de encontrar trabajo de los activos en paro. Con esta teoría magistral, nadie sabe cuándo puede dejar de trabajar ni cuánto va a cobrar de pensión ¡Genial!

Los sabios han convertido la esperanza de vida de los pensionistas en la desesperanza de encontrar trabajo para los seis millones de parados, que preferirían tener un trabajo para pagar las pensiones mientras el cuerpo aguante: trabajando y jubilándose de pie, con derechos y con dignidad.

Señores sabios, no nos vamos a morir pronto. Lucharemos de pie para no jubilarnos de rodillas.