El pasado sábado día 25 Carbellino de Sayago celebró una emotiva conferencia titulada «Los restos de su alfar y a sus últimas alfareras», organizada por el Grupo Bienal y la colaboración del Ayuntamiento. Fue una auténtica e inolvidable fiesta.

Varios apartados hemos de distinguir, destacando la limpieza y adecentamiento de los dos hornos que se conservan, situados entre la iglesia y la ermita de San Bartolomé, labor realizada por el grupo Cigüeña.

Después visitamos la exposición de ejemplares de distintos tipos de la cerámica, mientras una alfarera de 87 años iniciaba el proceso sobre el torno de una pieza, con esa emoción y ese respeto que infunde siempre el ayer ya lejano y siempre añorado, como nos ocurre a todos los mortales cuando los años se cuentan por décadas.

Junto a la autora del intento con el torno, Teresa Ballesteros, se recordó constantemente a las dos últimas que asistieron a tres de las primeras Ferias de San Pedro de la Alfarería Popular en la década del setenta del pasado siglo, las hermanas María y Pilar Redondo, que cerraron definitivamente este distinguido alfar de Carbellino. Este estaba dedicado, casi exclusivamente, a cántaros para el agua, de ahí las comentadas cantareras de Carbellino.

Se celebró el resto del programa en el Salón Social, cerrando con la mesa redonda presidida por el señor alcalde, el amigo Benito, pletórico de satisfacción y atento a todas las intervenciones.

Quiero destacar la rica aportación documental de Ramón M. Carnero. auténtico investigador del barro en nuestra provincia.

En cuanto a Carbellino, la actividad alfarera se remonta hasta la segunda mitad del siglo XVII, con grandes saltos en la cronología, sin duda por etapas, en la que el alfar pasó por situaciones críticas.

Aprovecho esta oportunidad que se me ofrece para recordarle a nuestro alcalde Benito que -de la misma manera que se han recuperado como auténticos documentos de la historia de Carbellino los dos hornos alfareros, por lo que felicitamos cordialísimamente a Cigüeñal- la ermita abandonada de San Bartolomé, que cierra el paisaje de los hornos, se restaure de manera adecuada y respetando todo lo que corresponda, pues también la ermita forma parte de la historia de Carbellino y, como todos sabemos, una parte muy significativa, como ha sido la vida espiritual en el mundo rural en los pasados siglos.