Una de las cosas que más suelta la gente, cuando expresa su cabreo por la corrupción política en la que aparece tristemente sumido el país, es que los corruptos no solo tienen que ir a la cárcel sino continuar entre rejas hasta que devuelvan la totalidad del dinero público robado. De sobra se sabe que no es así, que no es esto lo que suele ocurrir, lo que permite que algunos, tras un tiempo en prisión, que casi nunca es demasiado, puedan salir en libertad? a disfrutar de lo mangado.

Es evidente que para algunos, y más teniendo en cuenta que su paso por la cárcel no resulta muy duro, el asunto no sale caro y merece la pena como fórmula pronta y eficaz para hacer mucho dinero en poco tiempo. Nadie piensa que los dos imputados más famosos del momento por la que presuntamente han armado, o sea Urdangarín y Bárcenas, vayan a devolver los fondos que han ido a parar de uno u otro modo a su poder. Puede que acaben en prisión, o no en el caso del yerno del rey, aunque don Juan Carlos dijese un día que la justicia tenía que ser igual para todos, pero saldrán igual de forrados que entraron.

Hay quienes sí devuelven el dinero. Pero son cifras menores. La voracidad de la clase política no tiene límites, lo mismo que su absoluta falta de ética, de un mínimo de ética. Ahí está lo de la Caja de Navarra, dilapidando sus fondos con los consejeros a los que se pagaba sustanciosas dietas por las sesiones, celebrándose en el mismo día dos o tres reuniones, con lo que les resultaba una jornada rentable. Entre 5.000 y 8.000 euros llegaron a llevarse algunos altos cargos pamplonicas por reuniones semejantes. Y cuando se ha hecho público, han pedido perdón y han devuelto la totalidad de las dietas la presidenta de aquella comunidad, el expresidente, el alcalde de la capital y otros cargos. Bien está, pero es obvio que si el asunto no hubiese salido a la luz, nadie habría devuelto un euro.

Y a saber cuántas cosas como estas hay. Aquí mismo, en Castilla y León, se ha sabido de presidentes de diputaciones y de alcaldes que, pese a la crisis, a los ajustes y los recortes, han cobrado en los últimos años importantes cantidades por asistir a reuniones del consejo de las fusionadas y antiguas cajas de ahorro de la región, quedándose tan orondos y tranquilos. Es legal y ya está. Que esas entidades vivan sus peores momentos y sus empleados se encuentren sumidos en la angustia de no saber de su futuro, que no puede ser más incierto, a ellos nada les importa. Y encima, como los de Navarra, dirán que las compensaciones económicas recibidas son las justamente derivadas de su responsabilidad y dedicación por su participación en los órganos directivos de las entidades a los que acceden en razón de sus cargos.

Y mientras Rajoy y los suyos, rehenes de lo que Bárcenas sabe, hablan de un nuevo pacto anticorrupción, como si la corrupción pudiese frenarse con un pacto, burda y bufa insensatez con la que se pretende una vez más hacer como si se hace algo, aunque de sobra se sabe que todo va a seguir igual, por los mismos derroteros. Cuando se ha hecho de la política una tan privilegiada profesión, no se quiere escuchar la voz de la ética ni de la honradez, dispuestos a defender como sea su modus vivendi.