No salimos de una y ya estamos metidos en otra. Y todo por culpa de los escándalos protagonizados por políticos y entidades financieras. Entre ellos se lo guisan y entre ellos se los comen. Para los demás ni las migajas. Epulón era un poco más generoso que todas las entidades que se niegan a conceder crédito para que las pequeñas y medianas empresas puedan subsistir y para que el resto de ciudadanos, provengan del ámbito que provengan, puedan acceder a la necesaria solvencia que les salve la vida. Hablo de un crédito razonable y no de aquellos créditos monstruosos que en tiempos de bonanza económica los propios bancarios, siguiendo órdenes, te metían por los ojos hasta materializarlos en forma de préstamos que, si lo pensamos bien, eran, como ha quedado demostrado, «indevolvibles», vamos, que no se podían ni se pueden devolver por sí solos y mucho menos con los intereses pertinentes.

Hay una forma de castigar a las entidades bancarias que se niegan en redondo a conceder créditos. Una forma que data de antiguo y que es segura: meter los ahorros debajo del colchón. En otro tiempo ya lejano funcionó. En otro tiempo ya lejano hubo quien amontonaba los ahorros en lugar tan peculiar. Incluso en orinales en desuso y en sobrados y desvanes donde más de un baúl acumulaba billetes y monedas, algunas de oro. Para lo «esmirriado» de los intereses que por nuestros ahorros nos dan bancos y cajas, lo mejor que podemos hacer es mantenerlos a salvo de su avaricia que a miles de españoles, a través del engaño manifiesto de las «preferentes» y otras «preferencias», les ha llevado a perder lo poco o lo mucho que tenían. Si lo hubieran tenido debajo del colchón con eso que contaban ahora porque, demostrado está, con quienes no se puede contar es con bancos y cajas, porque cuando y donde menos te lo esperas salta alguna liebre.

Hay quien se ha tomado el asunto en serio. El propietario de una pyme salmantina especializada en productos de descanso, Francisco Santos, ha tenido una curiosa, estimulante y llamativa iniciativa. Se trata de un nuevo producto que podemos denominar como: «Caja de Ahorros Mi colchón». El primer colchón con caja fuerte incorporada. En cuanto cunda el ejemplo y la venta sea masiva los ahorros reposarán y nunca mejor dicho, en ese lugar seguro que siempre fue el colchón. Aquí el que no corre vuela y hay que tener salidas para todo, incluso para la crisis y frente a la avidez de bancos y cajas. El colchón, por supuesto, no es un colchón cualquiera, está fabricado con tecnología punta y montado de forma artesanal, fabricado en HR de última generación y relleno con viscolástica de soja. El tapizado está hecho en tejido con hilo de plata, una virguería.

Este colchón no es una utopía. Se puede comprar en tiendas especializadas en la venta de productos de descanso y en «cajamicolchon.com». Como no podía ser de otra forma, la divertida campaña de la agencia VCCP para promocionar este producto es una parodia de la publicidad de las entidades financieras. El banco en cuestión es la Caja de Ahorros Mi Colchón, donde no hay Ratos ni Bárcenas ni demás especies. La campaña invita a la gente a hacerse clientes comprando el colchón con toda la seguridad que ofrece la caja fuerte incorporada, porque «Caja de Ahorros Mi Colchón ni quiebra, ni se fusiona, ni baila al son de los mercados». Toda una garantía dada la coyuntura actual por todos conocida.