Dicen que no conoces a tu pareja hasta que te divorcias, y debe ser verdad. ¿Quién no ha conocido a un ser encantador, comprensivo y amable que, al separarse, se ha convertido en un bicho mezquino que trapichea con los hijos o que intenta dejar al otro en cueros? Hay quien dice que las mujeres somos especialmente brujas en estos trances, pero yo creo que el que más malo se vuelve es el que más sufre con la ruptura, sea hombre o mujer. El despecho y el ansia de venganza nos llevan a desearle al otro que le caigan las diez plagas de Egipto, a ser posible con langostas asesinas. Y es que, eso de que te dejen tirado, es muy malo.

Ahí están, por ejemplo, estos días, luciendo en imágenes de archivo en todos los medios de comunicación, la actriz Demi Moore y su ex, el también actor Ashton Kutcher, liados con el divorcio y soltándose lindezas, sobre todo ella, que es la que más tocada quedó por la ruptura, según los expertos en temas de famoseo. Leo por ahí que la angelical protagonista de «Ghost» se ha puesto guerrillera y ha exigido como condición para concederle el divorcio a su ex que éste le pase una pensión alimenticia alegando que «fue un mal marido», pese a que la pareja no ha tenido hijos y ella está forrada. Ashton, por lo visto, estaba dispuesto a ceder y pasar página, lo que es de entender, ya que, con una fortuna estimada en 135 millones de dólares, no se iba a poner borde por una pensión alimenticia, teniendo en cuenta además que, dado lo delgada de está, la actriz debe comer más bien poco. El caso es que, según parece, al final se han divorciado con sus más y sus menos, y eso que, nada más romper, los dos parecían de lo más comprensivos y civilizados, e incluso él llegó a escribir en twitter, donde la pareja aireó su vida en los años en que duró el matrimonio, que «atesoraré por siempre el tiempo que pasé con Demi».

Me da en la nariz que Kutcher ya habrá dejado de atesorar. Es que, no falla. Nada más romper, todos nos proponemos ser pacíficos y comportarnos como seres maduros. No admitimos, ni ante nosotros mismos, que vayamos a ser capaces jamás de chantajear, extorsionar y jorobar de mil maneras a esa persona a la que hemos querido tanto. Pero luego, pasa el tiempo, ves a tu ex de arrumacos con alguien, seguro que más joven, más rico o más guapo y, claro, te pasas al lado oscuro. ¿Quién no ha fantaseado con que ese idiota que nos dejó tirados se arruine, se quede solo y acabe vagando por las calles bajo la lluvia recordando, eso sí, lo feliz que un día fue con nosotros y arrepintiéndose del día en que hizo las maletas? Me relamo solo de pensarlo.