Hemos abandonado paulatinamente los buenos hábitos alimenticios y en la actualidad no todo lo que comemos, y que repercute directamente en nuestra salud, es lo más aconsejable. Debiéramos ser más cuidadosos y aprender a elegir. Lo que podamos cocinar nosotros que no nos lo den precocinado. No hay que abusar de las carnes industriales. Se viene hablando mucho y no precisamente bien de este tipo de platos y de carnes, pero, ¡que si quieres arroz, Catalina!, vamos a lo cómodo, a lo fácil, a lo rápido, sin pensar en las consecuencias que, a la larga, pueden ser nocivas para nuestra salud.

Los estudios sobre nuestra alimentación se suceden. Algunos de forma concluyente nos avisan de los riesgos que corremos cuando no nos alimentamos de forma correcta. La revista «BMC Medicine» alerta de que las personas con mayor consumo de carnes procesadas tienen mayor riesgo de cáncer y problemas del corazón. Como lo lee. No es ninguna tontería. Por el contrario, se trata de un estudio científico llevado a cabo con medio millón de individuos y que ha contado con la intervención de investigadores de varias instituciones españolas.

No quiero hacerle la puñeta a nadie, pero el trabajo aparecido en la revista señala que alimentos como el bacón (beicon), el salami, las salchichas y otros tipos de preparados de carnes industriales, como las hamburguesas, albóndigas o lasañas precocinadas se asocian con mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y cáncer. Con un agravante, en este tipo de carnes procesadas como lasañas, albóndigas y hamburguesas es donde se ha detectado el cambio de vacuno por carne de caballo. No es que la carne de caballo sea mala para la salud, nadie ha dicho eso, pero sí estamos ante un fraude alimenticio a gran escala que ha obligado a empresas como Ikea a retirar del mercado sus productos. Puede que las albóndigas de Ikea sean las más consumidas, por lo menos en Europa, sin embargo, ya ve usted en qué ha quedado la cosa.

Al parecer, el problema añadido de los preparados cárnicos, como por ejemplo las salchichas, es que contienen mayores niveles de ácidos grasos y colesterol que la carne natural. Además, estos alimentos son ricos en grasas y contienen elevados niveles de sal que se añade durante el procesado para su durabilidad. Y ya sabe usted la mala fama que tiene la sal debido a su mala relación con el corazón. Sobre todo entre aquellos que salan sus alimentos como si de ello les dependiera la vida. Estos procesos industriales suelen añadir niveles de ciertas sustancias carcinógenas, como las nitrosaminas, lo que podría estar detrás del aumento de riesgo del cáncer observado. Y del que no se escapan las carnes rojas.

Quizá por eso, los organismos científicos internacionales recomiendan unos 70 gramos al día de carne roja, sin pasarse. Sin embargo, en España, se come una media de 250-300 gramos al día, lo que puede estar directamente relacionado con tumores de colon, estómago o esófago. Riesgo que comienza a aumentar a partir de los 80 gramos diarios de carne roja y de los 40 gramos diarios de productos cárnicos industriales. Razón tenía Cervantes cuando en «El Quijote» aconsejaba: «Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago». Pues eso.