Hay ministros que ven a Dios en Las Vegas, un infierno en mitad de un desierto, y ministras que no ven un Jaguar en el garaje de casa, porque no se fijan en esas cosas. Estábamos siguiendo las noticias de las fiestas infantiles de Pozuelo de Alarcón y sufrimos ese resacón en Las Vegas en el que se aparece el Dios de creced y multiplicaos, aún después de llenar la tierra y someterla, que eso son más documentos nacionales de identidad y más que vigilar. La visión personal a veces no vale nada. Del Dios que está en todas partes, incluso en Las Vegas (Nevada) y pronto en Alcorcón (Madrid), nos decían que lo veía todo, como un centro de la DGT. La manera de estar a bien con él era no pecar y, de hacerlo, arrepentirse. Para eso había que hacer el examen de conciencia, que ahora no se lleva nada. Puedes llevar mantilla y peineta, que tampoco se estilan demasiado, sin que por eso convoques un examen de conciencia o hagas una evaluación continua.

La moda es la auditoría externa, que consiste en que otro opine por ti y de ti ante los demás, según lo que le permitas ver. El PP no puede saber cómo eran sus cuentas en los años en que las administró Luis Bárcenas, porque la gente no se acuerda (como Urdangarín a 110 preguntas del juez), o no sabía nada (como la infanta Cristina en las empresas de las que formaba parte). El partido anunció que encargaría una auditoría externa pero cuando empezó a poner condiciones, nadie se la quiso hacer. En vez de rebajar sus restricciones ha decidido no hacerla. Quería que alguien dijera lo que se veía sin enseñar nada.

Esto se traslada a la calle. Tengo un conocido al que la mujer le encontró gastos en un prostíbulo en su tarjeta de crédito. Él lo ha negado todo, le ha ofrecido una auditoría externa para cuentas no vinculadas a la tarjeta de crédito y ha contratado a Método 3 para que le siga. ¡Y va la tía y le dice que no basta!