Está visto que aquello tan infantil: «dame lo que quiero o me voy de casa», resulta algo familiar y nada extraño entre determinados políticos autonómicos, que lo han puesto de moda como chantaje elegante y diplomático.

Debe ser una forma de disimular el despilfarro y fracaso de una economía regional, con lo cual, para entretener al personal y que no se amargue los días pensando como llegará a final de mes, no hay mejor manera que disimular y distraer añorando nuestro pasado tribal, donde éramos soberanos dentro de una diminuta parcela, aguantando o dándonos de tortas con la tribu vecina. De ahí, que como esto del pelotazo, el dinero negro y de todos los colores, la corrupción y ese afán tan humano de presumir de tener más millones que los demás, siendo dioses en su particular Olimpo, sin importarles un pimiento que se mueran de hambre sus esclavos, lo mejor es disimular echando balones fuera, con el afán de despistar y que nadie se acuerde de tanta podredumbre y miseria, recurriendo a la autodeterminación.

Ante este cúmulo de desajustes económicos, políticos y mediáticos, donde unos cuantos determinados chorizos toman el sol en paraísos fiscales y el pueblo llano sigue durmiendo al raso sin manta que lo cubra, habrá que hacer elucubraciones fantásticas, para entretenernos y no pensar en tanta cochambre consentida. Por ello, como eso del lavado de cerebro ya no funciona ofreciendo partidos de fútbol hasta en el desayuno o bien aquello tan sabroso del cotilleo de una famosa que está embarazada, de la otra que ha cambiado de pareja o de aquel tan guapetón y millonario que, después de cuarenta años de matrimonio, se divorcia para liarse con una jovencita veinteañera, lo mejor que podemos hacer para pasar el rato y no pensar en tanto lío pragmático y bien programado, que meditar y realizar nuestra propia independencia.

De medio siglo pasado al presente, a la provincia zamorana la han ido de forma paulatina desmantelando y despoblando, dejándola igualito que una reserva india del lejano oeste. Y cuando llegue la alta velocidad, la estampida será fenomenal y quedaremos los pocos que no podamos comprar el billete. De ahí que lo mejor es reunirnos en asamblea plenaria y votar para ser tribu soberana.