A las mujeres nos gusta estar más que guapas, nos gusta estar perfectas y para conseguirlo estamos dispuestas incluso al sacrificio. No hay que pasarse. La belleza y la perfección no pueden ni deben entrañar adicciones de tipo alguno. Entre otras cosas porque puede ser peligroso y hay que tratar de medir los riesgos potenciales. La Academia Estadounidense de Dermatología ha celebrado su reunión anual lanzando una seria advertencia sobre un determinado tipo de manicura que puede acabar ocasionando problemas irreparables a la salud de la uña. Debemos ser en este terreno un poco más cuidadosas y no precisamente con el cuidado de nuestras uñas y con ellas de nuestras manos, sino con los productos que utilizamos y con las modalidades de manicura, ya que no todas son recomendables y convenientes para su salud.

Las mujeres sabemos que la manicura en la que se emplea un tipo de laca de uñas convencional está perdiendo peso frente a la manicura de gel o semipermanente que, indudablemente, deja las uñas más bonitas y dura más. Esa es la batalla de todas las mujeres, que las uñas nos duren en perfectas condiciones más allá de la caducidad casi inmediata que tienen ya los esmaltes convencionales. En lo que las mujeres no reparamos, y que sin embargo ha servido para que los dermatólogos estadounidenses den un toque de atención, es en el hecho de que ese tipo de manicura puede ser causante directo de que las uñas se hagan más finas, lo que puede asociarse a una pérdida de brillo y con una mayor facilidad de ruptura. Lo que en realidad preocupa a los especialistas es que su uso repetido puede camuflar enfermedades importantes. La doctora zamorana Maite Bordel, una de las mejores especialistas que conozco, es muy meticulosa, y con razón, en este sentido.

Lógicamente, se han venido haciendo pruebas antes y después de este tipo de manicura y el resultado es concluyente: la uña se debilita de una forma preocupante. Ningún especialista se atreve a asegurar si el daño es debido a los químicos presentes en la manicura de gel o a la acetona que se necesita para retirarla. Sospechan incluso que las lámparas ultravioletas utilizadas para fijar la laca de uñas puede asociarse a un mayor riesgo de cáncer de piel, aunque no avalan la sospecha con estudio alguno que lo verifique.

Bien cierto es que los expertos aclaran de inmediato que aquellas mujeres que se ponen ocasionalmente este tipo de gel no deben preocuparse, pero aquellas que lo hacen frecuentemente deben ser «conscientes de los riesgos potenciales». Y es que ahí, en los riesgos potenciales en donde nos la podemos jugar de la forma más tonta. A las uñas, como a los pezqueñines, hay que dejarlas crecer y reparar convenientemente. Y plantearse utilizar la manicura semipermanente solo de forma ocasional y no cada dos semanas. Es la única forma de disminuir las consecuencias y el trauma «físico y químico» de las uñas. Con la particularidad de que, si se experimentan problemas en las uñas, lo mejor es optar de forma definitiva por el esmalte tradicional frente al gel. Podría pedírsele a los fabricantes que lo hagan más duradero. Porque, hoy por hoy, son un fraude y un incordio, sobre todo si se quieren presentar unas uñas perfectas.

Pero, ojo con la perfección, porque a poco que nos descuidemos de tanto cuidarlas, podemos incurrir en riesgos potenciales de difícil solución. He ahí la cuestión.