El pasado fin de semana se abrió a la circulación, por fin, el nuevo puente sobre el Duero con que después de largos años cuenta la ciudad de Zamora. Alrededor de casi una docena de años han pasado desde que se inició el proyecto, en tiempos del anterior alcalde, hasta que se ha convertido en realidad. En ese mismo periodo se han construido en Castilla y León más de una docena de nuevos viaductos y solo en Valladolid, como capital de la región, tres o cuatro sobre el Pisuerga. Pero, claro, esto es Zamora.

Y menos mal que se consiguió hace tres o cuatro años que Herrera se acordase de que también Zamora pertenece a la comunidad que preside, y la Junta accediese a financiar el asunto, que si no aún se continuaría a la espera. Pero todo llega en la vida y llegó el día y la hora en que el nuevo puente se abría a los ciudadanos. En la inauguración estaban, naturalmente, todas las autoridades locales y provinciales, todos los del PP, con la sonrisa puesta, de oreja a oreja, y el coche oficial esperando. ¿De qué se reían? Porque, como decía el domingo José Manuel del Barrio en estas mismas páginas, aquella apertura tenía que haber representado más bien un acto de contrición por la infinita tardanza acumulada.

En cuanto al puente, ha quedado bien, en líneas generales. Resulta moderno y hasta bonito y va a cumplir una función importante al enlazar las dos partes de la ciudad separadas por el río. No obstante, su emplazamiento sigue generando debate y discusión, lo mismo que hace una década cuando se empezó a dar vueltas al proyecto. El equipo de gobierno municipal de entonces, con Antonio Vázquez al frente, tenía pensado ubicar el viaducto entre los dos puentes existentes, lo cual era lo más acertado y eficaz, pero la intervención de los vecinos de la zona acabó trasladando el puente a donde finalmente se ha construido, que resulta un lugar de acceso menos directo y más intrincado. De hecho, ya en Pinilla se han puesto en guardia, al iniciarse las obras para los necesarios arreglos del Puente de Piedra.

El histórico viaducto ha quedado cerrado al tráfico de forma indefinida y ya se empieza a reclamar ahora la posibilidad de que se abra, una vez acabadas las mejoras pertinentes, aunque sea en una sola dirección. Parece que ahora se entiende que, a lo peor, el sitio elegido antaño no era el mejor precisamente, al menos en cuanto a funcionalidad se refiere. Lo malo es que la idea de hacer otro puente entre el de Piedra y el de Hierro no pasará de ser eso: una idea. El consejero de la Junta que atiende ahora estos asuntos de las obras públicas ha descartado el proyecto y mucho más con la crisis que se sufre. O sea, que habrá que aguantarse con lo que hay, ya para los restos, aunque esta no sea desde luego una de las necesidades más perentorias de Zamora, que otras hay mucho más urgentes.

Bien viene el nuevo puente, en cualquier caso, aunque tarde se hayan dado cuenta algunos de que la ubicación elegida no era la mejor. Esto viene a ser otro error como el de crear el centro de congresos en la Universidad Laboral, un disparate que las circunstancias han remediado. Y, por supuesto, el Puente de Piedra, que es un monumento histórico y artístico, debiera quedar solo para el uso de peatones.