Las cuentas del Estado cada vez cuadran menos. En Madrid las colas para ser operado se disparan por la huelga de la sanidad pública. Iberia y Renfe alteraron planes de viaje a millones de pasajeros, aunque después se aplazaron las huelgas previstas. En Cataluña el pacto de convergentes y Esquerra Republicana se compromete a una consulta soberanista en esta legislatura y la fractura social crece, aunque se niegue. Partidos que son parte de la columna vertebral del país, como el PSOE, no salen de sus laberintos. Y el Gobierno se muestra incapaz de transmitir un proyecto de recuperación y solo decreta recortes. Recortes acaso imparables pero sin las reformas imprescindibles.

Si se repasan las noticias del ultimo mes, es muy difícil encontrar alguna que suba el animo, a excepción de esa encuesta que afirma que las mujeres españolas están muy satisfechas con sus relaciones sexuales. Un diagnóstico a la inversa hubiera sido ya la puntilla. Pero algunos medios, acostumbrados a que solo lo negativo es noticia, ni siquiera la destacaron. Así está España, la España pesimista. No estamos solos. Si miramos a Europa, la opereta Berlusconi amenaza de nuevo y, solo por el temor de que Il Cavaliere regrese, ya suben las primas de riesgo italiana y española. En Estados Unidos, el presidente lloró ante los periodistas, impactado por la noticia de la matanza de niños en una escuela. De Siria ya apenas se habla pero el drama de la sangrienta guerra civil continua. Son tiempos en los que parece que solo lo negativo vende y se crea una crisis psicológica que se superpone a la económica y a la financiera.

Sin embargo, hay otro mundo, otras noticias que prueban, por fortuna, que la sociedad quiere resistir ante la adversidad. Y en algunos casos heroicamente. En España, las familias, a veces lideradas por los abuelos, o porque quien menos se espera, salen a flote como pueden. Es cierto que avanzan los indicadores de pobreza, pero se resiste. Entidades como Cáritas, Cruz Roja y otras organizaciones no gubernamentales resultan imprescindibles en esa marea de retroceso. Sube la exportación de las empresas españolas y crece la relación de las que lo hacen por primera vez. El turismo se mantiene a pesar de todo y la balanza de pagos con el exterior se reequilibra.

Hay centros de investigación que funcionan y que transfieren conocimientos, como quedó demostrado esta semana en la Gala de la Ciencia española celebrada en A Coruña. También hay investigadores que tienen que marcharse, cierto, pero hay iniciativas que funcionan muy bien y abonan la esperanza de una recuperación. El bosquejo de una España razonablemente optimista, positiva, existe bajo del manto tupido de informaciones negativas.

Quizás de lo que andemos más escasos sea de líderes, de consenso y de criterio. Una situación grave como la que atravesamos requiere de dirigentes de mejor fuste y mayor formación. «Los profesionales de la política nos están echando de la política a los profesionales», sentencia Antonio Castillo, un activo concejal del PP en Cádiz preocupado por la mediocridad rampante de los dirigentes de los aparatos en cualquier partido. Ese empobrecimiento resulta muy caro. Líderes que sean capaces de alcanzar acuerdos y consensos en la mejor línea de la Transición, como la Constitución y los Pactos de la Moncloa actualizados, como reclama el abogado Antonio Garrigues Walker.

Líderes que, apoyados en los consensos, muestren criterio a la hora de gobernar. ¿Hay que recortar? Seguramente sí, pero no sin el criterio selectivo actual. Por ejemplo: no se puede recortar la inversión en ciencia e investigación. Hay que aumentar esa partida. Sin ciencia, sin innovación, no hay futuro. El optimismo racional debe imponerse al pesimismo paralizante. Podemos hacerlo.