En el mismo mes que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, celebra el primer aniversario de su llegada al Palacio de la Moncloa (exactamente el 21 de diciembre de 2011, tras el juramento en el Palacio de la Zarzuela), la «abuela de Riomanzanas», Aurelia Guadalupe Fernández Losada, cumple 101 años. Dos celebraciones que merece la pena comentar, aunque por razones diferentes: la de Rajoy, porque para la buena salud de todos los españoles, aunque muy especialmente para quienes están viviendo en la cuerda floja de la desesperación y la incertidumbre, que cada día que pasa son muchos más, conviene que olvidemos cuanto antes la gestión política y económica de quien ha dirigido los destinos de este país durante los últimos 365 días. Y el aniversario de Aurelia Guadalupe debe recordarse porque en su biografía personal y familiar se resume la historia de este país durante el último siglo, con sus aciertos y también con sus innumerables errores.

Si Rajoy representa no solo el presente duro y amargo que estamos viviendo en estos momentos sino también el futuro tan inseguro e incierto que no acertamos a imaginar, porque su construcción no está al alcance de nuestras manos, Aurelia, con sus ojos vivos y penetrantes, sus arrugas infinitas y sus cabellos blancos y frondosos, inmortalizados en la foto que difundía este periódico en el día de ayer, es el testimonio y la memoria viva de un pasado que no deberíamos olvidar nunca. Un tiempo que conviene recordar precisamente ahora, cuando los problemas de los españoles se multiplican y las soluciones tan milagrosas que prometieron quienes gobiernan los destinos de este país, que hace aguas por los cuatro costados, se han esfumado como el humo. ¿Se han imaginado cuántas historias, acciones y experiencias caben en 101 años de existencia? ¿Y cuántos problemas, deseos, pasiones y ambiciones habrán quedado registrados en la memoria de Aurelia? ¿Y las venturas y desventuras que debe haber vivido Rajoy en los 365 días que lleva en la Moncloa?

Para responder a tantas preguntas, me encantaría interrogar al presidente del Gobierno para saber por qué ha guardado en el cajón el programa electoral que le llevó al poder. Y ya de paso, que me contara por qué nos ha dado gato por liebre. Que no espere a resolver tantos interrogantes y tantas dudas en un hipotético libro de memorias, como ha hecho Aznar, que sigue en el candelero, de aquí para allá, con sus memorias. Pero sobre todo me interesaría conversar con Aurelia para reconstruir sus experiencias y, con sus respuestas, aprender las lecciones de una vida que tiene que haber sido muy intensa. Al fin y al cabo 101 años tienen que haber dado mucho de sí. Del mismo modo que la vida de los 106 zamoranos (27 hombres y 79 mujeres) que tienen en la actualidad 100 y más años o la de los 10.273 residentes en España (2.137 hombres y 8.136 mujeres) que superan ese umbral. Como pueden imaginar, entre el relato de Rajoy y la narración de Aurelia, me quedaría con las respuestas de la «abuela de Riomanzanas», a quien desde estas páginas envío un saludo muy cariñoso.