Los regantes de Castilla y León están inundados de mala leche. No es para menos. La Consejería de Agricultura ha dicho que nones, que no va a pagar las subvenciones comprometidas -y firmadas- con las comunidades para la modernización de acequias y canales; que si quieren, suscribirá una adenda (una modificación del convenio) para poder recuperar la ayuda en 2016, una vez haya escampado la crisis (¿). La adenda o nada. Y se ha puesto a silbar.

Los agricultores que son gente pacífica y aguantan un aguijón sin rechistar, que aquí somos así de estoicos, llevan asistiendo a no se cuantas reuniones -la última ayer- con cargos de la Consejería a ver si... Pero no. Y como la paciencia tiene un límite -estoicos sí, pero no tontos- ya están hasta las narices (por no decir otra cosa que sobresale), han convocado movilizaciones y han anunciado que van a pagar la ofensa como hacia Hammurabi hace ya 3.800 años: ojo por ojo y diente por diente.

Si la Junta no abona lo que tiene comprometido, pues nosotros tampoco: no vamos a pagar ni a las entidades públicas ni a las privadas, ¿a ver qué pasa? Eso dicen en un comunicado los regantes, que están hasta el gorro de incumplimientos y ponen la cara colorada a la Consejería de Agricultura, recordándole que ha dejado de apoquinar la subvención al cultivo de la remolacha y se ha retrasado en la liquidación de otros programas como el de los planes de mejora de explotaciones, incorporación de jóvenes al sector, seguros agrarios, cese de actividad y un largo etcétera.

La crisis es lo que tiene, que el palo siempre cae sobre las costillas de los mismos, los más débiles, los que no tienen como defenderse. Que no pagas la hipoteca, desahucio al canto; que no cumples con el crédito o no pagas el cupón que sea a la administración que sea, vía de apremio y embargo.

Lo firmado no vale para algunos -los poderosos- y sí para el que no tiene donde caerse muerto. Basta ya de aceptar como si nada que si el banco no puede pagar, seamos todos quienes le ayudemos. O a la administración de turno, que tiene el deber sagrado de cumplir lo que firma. Y si no puede, ya ven, pues que suba los impuestos (otra vez pagando los mismos).

La modernización de regadíos es imprescindible y de ella se beneficia toda la sociedad, no solo los regantes. Cortar de raíz las ayudas es capar el futuro, dejarlo sin alma vamos. Y eso es grave.