Más allá o más acá de su proeza deportiva, Fernando Alonso representa un fenómeno con pocos precedentes, de corredor que llega a lo más alto sin partir de un sustrato de afición a ese deporte en su país, ni tampoco de cierta elite que es caldo de cultivo frecuente en no pocos de sus practicantes. Justamente esa condición inicial de outsider es la que tal vez mueva algunas enemigas que suscita en ciertos ambientes. Acosado por la prensa alemana, patria de Vettel, no despierta tampoco simpatías en algún gran medio español, que le resta méritos en cuanto encuentra ocasión. La rara mezcla de coraje, bravura, astucia, frialdad y talento, ha acabado pudiendo con todo, y con todos. Su pundonor y afán de lucha, su capacidad para crecerse en medio de las peores circunstancias, sin dar jamás por perdida una batalla, hacen de él ya un fenómeno extradeportivo, toda una lección de poderío personal.