Usted, sí, usted, no se muera solo, o sola, por favor, no se momifique en su cama ni en su sofá ni en el pasillo de su casa, como un verso desprendido de un libro de poemas fúnebres. Mucho menos se vaya de este mundo con la tele encendida, viendo un canal especializado en debates políticos. Imagínese lo que es quedarse en los huesos asistiendo a ese espectáculo día y noche, sin poder utilizar el mando a distancia para cambiar de emisora. El mando a distancia, por cierto, debería venir ya con una opción de suicidio, de modo que cuando lo dirigieras hacia ti mismo en lugar de hacia la tele cambiaras de personalidad con la sencillez con la que se transita de Antena 3 a Telecinco, de una serie a una peli, de un telediario a un programa de realidad. Sería un éxito un mando a distancia para entrar en pausa o para rebobinarse apuntándose a la sien. Igual lo tienen ya en los chinos, a ver si me acerco.

Pero le pedíamos a usted que no se muera solo, o sola, por favor. Asómese a la ventana cuando se sienta mal, lance una bengala, provoque un incendio, haga algo en fin para que los vecinos nos enteremos de su infarto, de su ictus, de su angina de pecho, de su desesperación desesperada. Y es que si la sanidad sigue privatizándose al ritmo actual, y dado lo poco rentables que son los ancianos que viven solos y que mueren solos, las grandes ciudades podrían devenir ya mismo en gigantescas necrópolis secretas. Lo piensas y se te ponen los pelos de punta.

„Querida, hace una semana que no veo a Rosa, la jubilada del 3º C.

„Estará fallecida en su salón. En este bloque hay varios muertos.

Hace poco se fueron al otro mundo una mujer mayor y su hija, las dos solitas. Y el otro día salió en la tele una anciana a la que estaban a punto de retirar el servicio ese de auxilio que consiste en apretar el botón de una pulserita que se lleva en la muñeca (dónde, si no). Un artilugio que ha salvado muchas vidas y que ha impedido que la gente sola se muera sola, como un perro, que se suele decir, aunque uno no ha visto nunca morirse solo a un perro. De modo que usted grite, para que acuda yo. Y acuda usted si me oye gritar a mí. Gracias.