Comenzamos este domingo el tiempo de Adviento, cuatro semanas previas a la celebración del misterio del Nacimiento de Dios hecho Hombre. Así que todavía no estamos en Navidad por mucho que en nuestras calles, en los centros comerciales o en locales de ocio, la decoración navideña quiera ya que comencemos la locura de las compras y el gasto desenfrenado. Leyendo hoy el texto del evangelio de la liturgia de este día puedes sorprenderte porque habla de «signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán». ¡Pues vaya un anuncio de Navidad! Ni rastro de María, del Niño o de José, de los pastores o de Belén. Al contrario, en vez de alegría, de paz, de tranquilidad, -que sería lo más propio de la imagen que tenemos de la Navidad-, aquí nos hablan de angustia, de locura, de miedo, de ansiedad. «No entiendo nada». Tranquilo, vamos a explicarlo.

Es el mismo Cristo el que nos habla en este fragmento del evangelio de Lucas y no habla de su nacimiento, de su primera venida, sino de la última, la definitiva. «Un momento, ¿qué es eso de dos venidas de Cristo?». Sí, dos venidas; la primera es la que celebramos en Navidad. Dios se hace hombre para siempre y nace de la Virgen María. Crece como un niño más hasta que, ya adulto, deja su casa y sale a realizar la misión que ha recibido del Padre: anunciar el Evangelio, traer la mejor noticia para los hombres. Estamos salvados, la muerte, el pecado, el demonio y el mal no tienen la última palabra sobre nuestro destino final. Dios nos quiere para siempre junto a Él, con Él, en su misma gloria eterna. Y nos propone acoger esta Buena Noticia y mantenernos fieles a Él durante nuestra vida terrena para participar de ese regalo final. Y aquí entra la segunda venida. Este mundo se acabará para nosotros con la muerte, y para todos en el último día. Y en ese día volverá el Señor Jesucristo tal cual está ahora mismo en la gloria, como verdadero Dios y Hombre glorificado. Nadie sabe cuándo será, ya nos lo advirtió el propio Jesucristo. Que no nos desconcierten con profecías cronológicas. En esa segunda venida algunos tendrán miedo, sentirán horror porque no lo esperaban, porque no lo creyeron, porque rechazaron a Dios y ahora Dios se manifiesta en todo su esplendor. Y, lógicamente, Él no los obliga a entrar en el reino del cielo. Pero los creyentes nada hemos de temer, ya está aquí nuestra liberación, ya está aquí nuestro Libertador. El Señor siempre cumple sus promesas.