Transcurrido un año de la victoria en las urnas de Mariano Rajoy, a pocos se les escapa que este período ha supuesto para el ejecutivo del Partido Popular un auténtico reto y, por qué no, un camino repleto de curvas cerradas y cambios peligrosos de rasante. El talante reformista del Gobierno, mucho más acentuado de lo marcado en la hoja de ruta programática electoral, ha provocado dos huelgas generales, ambas inútiles, y una cascada de protestas populares debidamente amplificadas por quienes desean borrar su nefasta gestión política de los últimos ocho años al frente de la Moncloa.

Un ciudadano con escasos prismas de análisis de la realidad llegaría hoy a la conclusión de que el país sangra a borbotones por todas sus costuras y que, ese clamor callejero, es signo del caos político provocado por el Gobierno popular. Un ciudadano sensato debería llegar a otra conclusión. ¿Cómo se explica que habiendo tanto ruido antigubernamental, el Partido Popular haya mejorado y reforzado sus liderazgos en procesos electorales posteriores al 20-N? Y si a esta rotunda patente le añadimos que el Partido Socialista, tras esa fecha, ha recibido castigo tras castigo en esos comicios regionales, la conclusión que ese ciudadano cabal debe extraer, es clara: Mucho ruido contra el valiente Mariano Rajoy y pocas nueces. ¿Dónde está la factura que los españoles han de pasar al Gobierno? ¿En Galicia? ¿En el País Vasco? ¿En Cataluña, donde la bofetada ha sido bidireccional hacia CiU y PSOE? ¿En Andalucía, donde Griñán gana el la prórroga y de penalti estando a punto de perder su gran bastión nacional?

Los españoles no están contentos. Es obvio. El Gobierno del PP, tampoco y además, es consciente de ello. Por este motivo, la responsabilidad es mayor y el compromiso político con el pueblo para salir de esta crisis, es cada día más fuerte. El presidente Rajoy no se ha escondido. Pronto, al comprobar la herencia latente del desgobierno de ZP, tras descubrir alfombras y cajones repletos de facturas impagadas, se ha rasgado la camisa y a pecho descubierto ha hecho lo políticamente incorrecto: decirle a los españoles que «traicionará» su propio programa electoral por el bien de todos.

Todo ello nos debe hacer reflexionar y pensar en toda esa gran masa de españoles, que son muchos aunque no practiquen el ruido y la demagogia, que cree en este Gobierno y en un presidente serio y responsable, con las ideas claras y con un verdadero proyecto de recuperación de España. Porque, podrá salir mejor o peor, pero? es de cajón que este Gobierno tiene un plan. No un Plan E, ni F, ni ZP, todos ellos fuegos despilfarradores de artificio. Mariano Rajoy se ha tomado en serio este país y, en un año de Gobierno, ha sentado las bases para la recuperación económica, guste o no este rubicón a los que buscan ganar tras la pancarta lo que, a puñados, perdieron y siguen perdiendo en las urnas.