La lectura diaria de los medios de comunicación nos aporta la información necesaria para estar suficientemente atentos a la realidad que nos rodea y tener una opinión propia de los acontecimientos que ocurren cada día. Cierto es que en medio de la ingente cantidad de información que recibimos se cuelan cosas curiosas que en ocasiones muestran el lado más creativo del ser humano; pero en otras la versión más surrealista del periodista.

Hace unos días algunos medios de comunicación se hicieron eco de las palabras, aún no publicadas, de Benedicto XVI relativas a la presencia del buey y la mula en los belenes que representamos en las fechas que se aproximan. No deja de sorprender que para estas cosas insignificantes los medios de comunicación hagan tanto caso a las palabras del Pontífice. No lo han hecho cuando en numerosas ocasiones ha denunciado el relativismo que conduce a la ambigüedad y, en consecuencia, a la deshumanización. Tampoco suelen ser portadas de actualidad sus duras críticas al excesivo crédito que los hombres ponemos en el capitalismo olvidando las lacras que deja a su paso. Por supuesto que no cuando se alza la voz contra el terrible precipicio que hemos puesto entre los ricos y los pobres.

No es este el momento de divulgar lo que hubo y no hubo a los pies del pesebre en el momento de su nacimiento. Pero quiero dejar claro que eso no es lo importante. La tradición cristiana ha situado los distintos elementos del tradicional belén en función de la sensibilidad de la época. Conviene recordar que el primer belén conocido data de los inicios del siglo XIII (San Francisco de Asís), lejos del acontecimiento histórico.

En consecuencia tendremos que distinguir lo esencial de lo accidental. Lo realmente importante del nacimiento de Jesús no es si a su lado estuvieron el buey, la mula o un burro zamorano-leonés, si era de noche o de día, si los productos que le llevaron los pastores eran de buena o media calidad. Lo realmente importante para la humanidad fue que el mismo Dios, desde la más absoluta libertad y gratuidad, se hace uno de los nuestros y que aquellos que acogieron el profundo significado del acontecimiento fueron los más humildes y sencillos, los que fueron capaces de dejar a un lado la grandeza de lo material y dotar de valor supremo la esencia de la existencia humana. Que este acontecimiento va a cambiar el curso de la humanidad, porque el Hijo de Dios dota de sentido al ser humano y propone un modelo transformador en el que cabemos todos.