El pasado sábado, 10 de noviembre, víspera de San Martín, se celebró el solemne acto de la vuelta a casa de los restos del escultor Eduardo Barrón, que supo con una acertadísima inspiración incrustar en los recuerdos de la historia de nuestra ciudad, detalles de la gran historia de la época de la conquista y dominación romana, que fue capaz de fundir aquel avispero tribal en la Hispania romana, que fue capaz de ensanchar el Imperio y darle además cinco emperadores y un sinfín de sabios pensadores. Gracias, señor Barrón, por esa genial inspiración.

El acto ha tenido tres partes como las grandes obras: la primera el solemne acto de oficial de recibir a la familia Barrón en el Salón de plenos, con esa solemnidad que suelen dar los lugares como principio de los grandes actos, para seguir la inhumación de los restos del ilustre paisano y destacado artista en el Panteón de Hombres Ilustres, que curiosamente inaugura con su vuelta a casa, hecho destacable y destacado en la historia y tradición de la ciudad. Por último, la visita a su célebre monumento, al Terror Romanorum, con la presencia de toda la concurrencia y donde se planteó la recuperación de su primitivo emplazamiento en el centro de la plaza. El traslado formó parte del proyecto de enlazar visualmente dicha plaza con la de Claudio Moyano, parte del cual eran las desaparecidas Arcadas con la esperanza de rematar la plaza con el otro lado pendiente de solución. Aquel malogrado proyecto dejó huérfanos a la ciudad de los dos nobles monumentos que realmente le dieron su origen. En el centro o donde se encuentra, la obra genial de nuestro ilustre paisano seguirá constituyendo una referencia destacada dentro del conjunto de la ciudad y nunca se encontrará una referencia más rica para enlazar la historia de esos dos monumentos y el entorno que les rodea.

Todos los demás vaivenes de idas y venidas, de proyectos inacabados o malogrados hoy no cuentan ni deben contar porque no hay nada más que desplegar el plano, para comprobarlo.

Para no enfurecernos vamos a solicitar aunque sea por suscripción popular llevar al bronce el grupo genial de Nerón y Séneca.