Los políticos mediocres no están dispuestos, por nada del mundo, a pasar desapercibidos. Todos quieren trascender, pasar a la historia como si en sus absurdas singladuras hubieran sido algo de peso.

El último en tratar de ganarse la gloria diciendo sandeces, es el secretario de los socialistas madrileños, un tal Tomás Gómez. Ha insultado a los Populares de la Cámara de Madrid y, por extensión, a todos los que no hayan tenido abuelos «rojos». Les ha cargado crímenes poco menos que de lesa humanidad. Y, como acaba de decir el ilustre y sabio socialista Joaquín Leguina, enamorado de Sanabria y en Sanabria, ni todos fueron tan buenos en un bando, ni todos tan malos en el otro.

El Tomás venía a defender que los políticos de la derecha tenían abuelos asesinos franquistas, y los de la izquierda beatíficos santos que en caso de asesinar, asesinaron con bala de plata. El necio hacía tabla rasa en su desesperación partidaria que les lleva a perder el partido de Madrid una y otra vez, con la contumacia del pésimo equipo que solo alinea cojos en el ataque y un manco de portero.

El camino socialista, si está sembrado de personajes como este, les conducirá a un viaje a ninguna parte. Supongo que a estas horas ya habrá pedido perdón a sus propios correligionarios porque, entre ellos, hay muchos que tienen abuelos que, por hache o be, militaron en instancias más cercanas a Franco que a la Pasionaria.

Cuando Gómez dijo que los abuelos de los políticos del PP asesinaron a la juventud con Franco y ellos matan de hambre a la gente ahora, se olvida que quienes han gobernado los últimos ocho años en España han sido sus coleguis, y no el Partido Popular, que lleva unos meses. Olvida que, en sus socialistas filas, hay ilustrísimos políticos cuyos abuelos no fueron precisamente de izquierdas. Olvida que en las filas de la derecha, hay gente con abuelos que no fueron precisamente de derechas.

Si el Gómez hiciera un repaso, habría llamado asesinos a abuelos de tan ilustres políticos de izquierdas como José Bono, Chávez o el mismísimo Rubalcaba. Los abuelos de muchos socialistas de ahora, incluso padres, fueron falangistas.

Exhibir estatutos de pureza para tratar de perpetuar una superioridad moral es, aparte de manejar una mentira vistiéndola con manto de verdad, mezquino. Porque las cañas se pueden volver lanzas. Olvida que los padres de ímprobos socialistas fueron militares y altos funcionarios franquistas.

El que fuera ministro de justicia, Mariano Bermejo, fue hijo de un jefe local de Falange. Lo fue pese a que el ministro quisiera camuflar la historia y olvidarse de él cuando dijo que «luchamos contra los papás de los que nos gobiernan y no tenemos temor a los hijos». Vamos, que le puso a toda la derecha un padre falangista contra el que luchó, cuando él mismo lo tenía en casa.

Al igual que José Bono, hijo del falangista alcalde de El Salobre. O el padre de Manuel Marín, presidente de la Hermandad de Alféreces Provisionales. Zapatero tuvo un abuelo en cada zona, uno en la roja y otro en la nacional. Solo que del de la nacional se olvida. Y su propia esposa tuvo un abuelo sublevado con los franquistas. Y la que fuera vicepresidenta Fernández de la Vega tuvo un padre alto cargo de Franco. Y el abuelo del fiscal Cándido Conde fue coronel auditor con el Caudillo?

Creo que lo más honesto es respetar la memoria de lo que nuestros antepasados fueron en la época que les tocó vivir porque, probablemente, ninguno hubiera deseado matar a su hermano? Lo demás es seguir viviendo con el odio y el rencor que emponzoña el corazón y la convivencia. Gane Gómez elecciones sin tener que recurrir a levantar a los muertos de sus tumbas porque, a lo mejor, se revuelven a él para dejarle en ridículo.

delfin_rod@hotmail.com