Parece que con la llegada del balompié se acabaron todos nuestros problemas. Es asombrosa la facilidad con la que los pobres olvidamos nuestra miseria en cuanto un multimillonario le da una coz a una bola de cuero y se la mete entre unos palos a otro multimillonario.

Jamás comprenderé el obsceno espectáculo de veintidós ricos corriendo detrás de la pelota mientras los menesterosos miramos con la baba caída el devenir de la diversión. Porque los que menos tenemos somos los que sostenemos el tinglado pagando por ver a esos señores en calzoncillos hacer cabriolas sobre el prado.

Comprendo que es un espectáculo que genera dinero y que estos señores solo cobran lo que les pagan, pero no entiendo cómo otros señores, muchos corruptos, se erigen en presidentes de clubes para sacar pecho y forrarse. Luego, cuando han arruinado a las entidades, se van tan frescos y aquí no ha pasado nada.

No comprendo cómo el Estado permite que estos ricachones cobren a menudo en paraísos fiscales el dinero que se genera aquí. No comprendo cómo siempre los ricos son los que menos pagan al fisco en orden a que tienen mejores abogados para esconder sus corruptelas.

Es maravilloso ver a la selección española ganando títulos por esos mundos de Dios. Pero es incomprensible que la emoción que sienten los españolitos por las victorias no se traslade a los futbolistas, que en cuanto no cobran sus multimillonarias primas no dan una patada a un bote.

Esto de España nos toca la fibra mucho más de lo que pensamos. Pero la utilización de la marca y del corazón no justifica que otros españoles, por defender los colores de su patria, pongan por delante la tela gansa. Yo creí que defender a tu país era un honor. La realidad es que para los futbolistas es un honor forrado de tela marinera. Quienes de verdad defienden por España el orden internacional son los soldados y, esos, cobran una mierda.

Claro que del circo viven miles de personas. Pero los payasos siempre somos los mismos. Vemos cómo algunas cajas de ahorros se arruinan, pero en su día sacaron dinero para subvencionar a los multimillonarios clubes y sus titiriteros. Ahora la avería la pagamos todos.

Uno comienza a estar cansado de ver cómo la opulencia pasa delante de nuestros ojos sin poder siquiera rozarla con la mirada. Nosotros solo estamos para pagar. Somos el saco de todos los golpes.

Cuántas veces hemos visto cómo un banco se nos echa al cuello porque nos demoramos en pagar un recibo de treinta euros y luego condona deudas multimillonarias a muchos de estos sinvergüenzas? No comprendo cómo esas mismas cajas y bancos que son tan generosos con el mundo del fútbol, no lo son con los que sufren hambre y rebuscan en las papeleras tratando de encontrar un bocadillo mordido con la mortadela pasada de fecha, que para ellos es un tesoro?

Claro, sacar las chocolatinas de Ronaldo al aire nos invita a comprar camisetas y calzoncillos. Sacar a unos miles de pobres probablemente no venda nada. Pero, para por si las moscas, deberían hacer la prueba. Y un año, el dinero que los bancos y cajas dan al fútbol, que lo dieran a quienes más lo necesitan.

De verdad que es triste enterarte de que un investigador, después de cincuenta años de trabajo, ha descubierto algo vital para mejorar la salud de la humanidad y apenas si tiene una reseña de cinco líneas en el periódico. Y un tío de estos mete un gol y ocupa portadas y miles de páginas y cientos de minutos en la tele.

A mí me gustaba el fútbol. A veces incluso lo miro de refilón en un bar, pero a este precio me parece muy caro. Que jueguen, pero que paguen al fisco, que somos todos, lo que a todos nos deben.

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