O poco menos. Lo cierto es que la España insular y la peninsular se abrasan. Como de costumbre, el Gobierno de turno reacciona tarde, cabe esperar que no lo haga mal. En principio y ante la situación devastadora del fuego anuncia que endurecerá las penas a los pirómanos. ¡Ya era hora! Buena parte de los fuegos que se registran son intencionados. No caben eufemismos. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Es más, una vez identificados, debería facilitarse la identidad de estos «nerones» del siglo XXI. Todos deberíamos estar al corriente del nombre y los apellidos de quienes chiscan el monte. Y es verdad que cuando el monte se quema algo nuestro, algo de todos se pierde durante muchos años. La tierra queda baldía y a la naturaleza le cuesta un triunfo volver a reverdecer el paisaje.

Las imágenes que nos muestran las televisiones patrias son devastadoras. Masa forestal perdida y terrenos calcinados. Fuego abrasador que pone en peligro vidas humanas cuando se acerca peligrosamente a núcleos de población. A veces se detiene en la misma puerta, pero puede penetrar muy fácilmente porque no hay nada que se lo impida. Las barreras de los hombres no son obstáculo alguno para el fuego, salvo la prudencia, salvo la sensatez, salvo la labor que realizan los hombres de la Ume, los bomberos y los grupos de brigadistas. Y son ya demasiados los que han dejado sus vidas en prenda.

Dice el ministro de Medio Ambiente, que también lo es de Agricultura y Alimentación, que el Gobierno endurecerá las penas contempladas en el Código Penal para los autores de incendios. Parece ser que el señor Arias Cañete no piensa andarse por las ramas al respecto ya que ha anunciado que se variará el sistema de jurado, con el que se enjuician estos delitos, para que sea un tribunal profesional quien se encargue de ello. Según están últimamente sus señorías, no sé yo. Nunca de los juzgados habían salido tantas sentencias y tantas decisiones «encabronantes» para el gran público. Y nunca la Justicia había estado tan cuestionada como en la actualidad. Quienes antes se alzaban con el respeto de los ciudadanos, hoy son rechazados por la inmensa mayoría que ha dejado de creer en los administradores de la Justicia.

El incendio de La Gomera y la deplorable actuación del Gobierno canario han dado como resultado unas imágenes dantescas. La realidad supera a la instantánea. Las llamas se han cebado con Valencia, con Cataluña y con las Islas Canarias. El fuego también se ha dejado sentir, propiciando más de un susto, en Galicia y Castilla y León. Los bomberos de Zamora tienen igualmente un verano movidito. Esto del fuego no es nuevo, pero va a peor a causa de la ley de enjuiciamiento criminal y el mecanismo de condena. En el año 2010 se iniciaron 1.780 procedimientos por incendios. Sin embargo tan solo hubo 96 condenados. La cifra es, sin duda, insuficiente, frente al número de agresores del medio ambiente, que se multiplican en la canícula ayudados por el factor meteorológico.

Arde España, o casi. Algo habrá de hacerse. Asegura el ministro de lo propio que se va a actuar con mano dura. Menos palabras y más hechos contundentes que se lo hagan pensar dos veces a los incendiarios que permanecen al acecho.