El cristianismo es una religión y por fortuna tenemos la opción de creer en sus dogmas o no. Pero además es una cultura, y no conocer al buen samaritano viviendo en España es como ser zamorano y no haber oído hablar del Duero.

Me permito por tanto echar mano de la parábola del hombre que, siendo extranjero, encuentra a un pobre apaleado en medio del camino, lo sube a su caballo, lo lleva a que lo curen, y paga los gastos, dando ejemplo a sus vecinos, que no hicieron tal cosa.

Pero me pregunto yo, y nos preguntan a nosotros los alemanes: ¿Y si el samaritano, en vez de pagar de su bolsillo su obra de caridad, hubiera intentado cobrársela a escote al resto? Entonces, sin duda, nadie lo hubiese considerado un bienhechor, sino solamente un jeta.

Pues eso nos ocurre a nosotros. A los alemanes, holandeses y finlandeses les parece cojonudo que nuestra sanidad sea gratuita, nuestra educación sea de balde y baste con poner un pie tras la frontera española para tener derecho a ellas, vengas de donde vengas, y hagas lo que hagas para llegar. Les parece que somos humanitarios, éticos y bondadosos, pero les joroba, o incluso les jode, que seamos bondadosos, caritativos y humanitarios con su cartera.

A los austriacos, holandeses y letones les parece maravilloso que nuestra gente se jubile pronto, que tenga buenas pensiones y que se dote una ley de dependencia para pagar a quien los cuide. Les parece tan encomiable que hasta en muchos casos nos envidian. Pero luego, cuando se enteran de que no lo podemos pagar y les pedimos el dinero a ellos, porque suprimir esas cosas seria intolerable e inhumano, se pillan unos cabreos que no hay quien los aguante.

¿Y qué pasa? Que es normal. Es normal que nosotros intentemos dar lo máximo y es normal que ellos no lo quieran pagar. ¿Cuánto tiempo saldríamos de fiesta con un amigo que le diese cinco euros a todos los mendigos que se encontrase pero nos exigiese un euro por barba cada vez, porque tenemos que colaborar con su labor?

Esa es la situación, tal y como la ven por ahí fuera. Si no nos llega la pasta, y lo cierto es que no nos llega, antes de ir por ahí a pedir prestado tenemos que aprender a decir que no a muchas cosas, primero a las inútiles y después también, por desgracia, a algunas necesarias.

Ese cuento de que nosotros somos los buenos samaritanos porque ayudamos y ellos Herodes porque no quieren pagar, ya no cuela.