Los pueblos de Aliste, Tábara y Alba recobran estos días la vida con la celebración de esas fiestas patronales que como cada año cautivan y cultivan entre misas, procesiones, parrilladas y verbenas populares la convivencia entre vecinos, emigrantes y foráneos. Calles y plazas que en otoño, invierno y primavera aguantan el paso lento y cansado de los abuelos, vuelven a ser escenario de las carreras, juegos y travesuras que sólo los niños pueden ofrecer.

Tras décadas de modernidades, unas veces necesarias y otras equivocadas, quizás por querer aparentar lo que nunca fuimos o nunca deberíamos haber sido, los pueblos vuelven a mirar hacia su pasado, sintiéndonos orgullosos de los orígenes para darnos cuenta que nuestras vivencias, costumbres y tradiciones no son un lastre sino un valor: oro puro.

Vegalatrave muestra estos días esos aconteceres que nuestros padres y abuelos desarrollaron con orgullo. Hombres y mujeres se unen a «Aulas de Música de Aliste y Tras Os Montes» de Trabazos, a «Manteos y Monteras» y a «Aires de Aliste de Pobladura» y lucen con elegancia gabachas y bantales. La gaita, la dulzaina y el tamboril recuperan protagonismo en procesiones, rondas y alboradas. Las sardinadas han dado paso a la Ternera de Aliste con patatas. Volvemos a ser nosotros mismos, gente sencilla y de pueblo. Sí, que pasa, a mucho orgullo. Alistanos, tabareses y albarinos de pura cepa, siéndolo y presumiendo de ello.