Se consume la primera quincena de agosto, y Sanabria arde en fiestas. Al tradicional y monumental mercado medieval de Puebla se suma el cine que se proyecta en cada vez más pueblos. Si Puebla y Galende fueron los pioneros, ahora sigue su estela Trefacio, que hoy mismo proyecta cine gratis en el marco incomparable de «El prado del Toro».

Este tipo de iniciativas culturales, junto a las que se están llevando en innumerables campamentos de verano para los niños, es lo que está dando un plus a la zona y hace de ella un atractivo polo turístico.

Los menús contra la crisis han venido a paliar la ansiedad del veraneante que se veía obligado a recluirse en la barbacoa de panceta casera para tratar de arañar unos euros al trágico momento que vivimos.

La crisis ha traído más gente que nunca y menos dinero que en toda la vida. Se ve que muchas personas que solían quemar una o dos semanitas en la playa han preferido el calor del terruño donde la habitación es gratis y asar alguna costilla a la brasa no supone mucho esfuerzo.

Los hosteleros se quejan con razón. Es mal tiempo para ellos. Pero han sabido hacer un esfuerzo de adaptación de menús y precios. Saben que solo así podrán sobrevivir una temporada que se presenta durísima.

Las playas del Lago y las fluviales de algunos pueblos y parajes cercanos están literalmente a reventar. Las neveras y las viandas camperas están a la orden del día. No se puede luchar contra el bolsillo flaco.

Mientras tanto, los políticos se devanan los sesos para ver cómo arreglan lo nuestro. Y es que no dan una. Todavía no han comprendido que desde la distancia no se gobierna nada. O se gobierna mal por la ignorancia que el estar lejos supone.

Es el caso del absurdo invento del transporte a la demanda. Deciden desde el otro mundo qué día es bueno y cuál malo para que la gente de los pueblos disponga de este servicio. Y claro, como no preguntan, dan el servicio cuando no hace falta y cuando más se precisa, no existe.

Ocurre en muchos pueblos a los que un servicio los lunes para bajar a la feria de El Puente a comprar verduras u otros enseres sería vital o, cuando menos, muy provechoso. Pues no. Ese día, no. Otro en el que el autobús va vacío porque a la gente nada se le ha perdido de paseo por ahí.

Inútiles de la Confederación Hidrográfica del Duero, que solo entienden de cortapisas y prohibiciones, cuando si dejaran a los dueños morales del río y de los pueblos otro gallo nos cantaría a todos.

Pasa con la reconstrucción de las presas. Los pueblos nada piden para ellos. Solo piden lo que es suyo para sus hijos y para cuantos quieran perpetuar una naturaleza en estado óptimo de uso, y no una degradada, sin truchas, presas ni caños.

Aquí solo se viene a prohibir porque piensan que saben. No saben que antes que los «ilustrados» de ahora estuvieron los hombres y mujeres de ayer, que cuidaron los ríos porque en ellos les iba una parte importante de sus vidas.

Un delegado del Gobierno, bueno para Sanabria en lo general y amigo en lo particular, me lo decía que a los pueblos el mejor servicio que se les puede hacer es ayudarles a que se rijan por las normas que durante siglos se rigieron. Mientras los advenedizos no comprendan eso, estamos en la estacada.

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