Eclesiásticamente Domez formó parte de las vicarías de Alba que junto con las de Aliste pertenecieron al Arzobispado de Santiago de Compostela hasta que en 1888 fueron agregadas al Obispado de Zamora: el 14 de julio de 1804 se erige como vicaría propia. El pueblo perteneció al condado de Alba de Aliste que surge en el contexto de las guerras de la nobleza y de las mercedes reales de la casa de los Trastámara. Enrique IV concedió el título de conde de Alba de Aliste a Enrique Enríquez de Mendoza el 8 de agosto de 1459 en Arévalo.

Entre las obligaciones del conde estaba el mantenimiento de la Iglesia y la luminaria del Santísimo. En 1676 se mandó allanar el suelo de la iglesia, que era de tierra, y que no permitía el capellán que las sepulturas quedaran más altas que el suelo. Hasta 1760 no se reforzó con piedra con 2.434 reales de coste. Ya en 1740 había un retablo mayor nuevo que costó 734 reales pagado por Concejo, cura y cofradía de san Antonio.

El 23 de agosto de 1899 «cayó una exhalación en la iglesia dejando en estado ruinoso la espadaña» y destruyendo casi por completo el último cuerpo de la misma, incluso el arco de una de las campanas, despidiendo las piedras de la torre por todo el tejado y rompiendo unas 300 tejas: ese mismo año se pusieron 250 nuevas. La iglesia ya se encontraba en estado ruinoso: el arco estaba posteado y sujeto con una cimbra a fin de que no se viniera a tierra. Ante la gravedad del caso, el párroco Manuel Cruz mandó una carta al Obispo de Zamora el 24 de octubre informándole del estado ruinoso de la iglesia. A comienzos de 1911 se mandó dejar de celebrar misa en la iglesia por el estado ruinoso en el que se encontraba con grave peligro de derrumbe y en el mes de agosto comenzaron las obras.