Los comerciantes decidieron el pasado jueves apagar las luces de sus escaparates en protesta por unas medidas que, por ahora, en poco o nada están contribuyendo a dinamizar el mercado y, a cambio, estrangulan la economía zamorana. La actividad comercial aglutina en la provincia uno de los más importantes porcentajes del PIB, pero su desarrollo depende de un consumo ahora gravemente lastrado por el incremento de tributos de toda clase y los recortes impuestos por el Gobierno. Ni reclamos tan poderosos como los descuentos especiales o las rebajas han sido capaces de neutralizar las consecuencias de anuncios como la supresión de la paga extra de Navidad en las Administraciones públicas o la creciente incapacidad de las instituciones para hacer frente al pago de las nóminas. Con el miedo instalado en los hogares de los zamoranos, 8.000 de ellos sin ninguna fuente de ingresos debido a la situación de desempleo de las cabezas de familia, pocos son los que se atreven a gastar o lo hacen con la misma frecuencia que antes de la crisis. El consumo se desploma y el comercio podría llegar a una situación agónica a partir del mes de septiembre, con la entrada en vigor de los nuevos tipos de IVA.

Una revisión al alza, esta última, que reduce sensiblemente la posibilidad de los empresarios zamoranos de dirigirse a mercados alternativos, como el portugués. Quienes hasta ahora se desplazaban hacia este lado de la frontera en busca de precios más atractivos, sobre todo después de que el rescate de la Unión Europea incrementara también el IVA en Portugal, tendrán poco que encontrar por ese lado.

En menos de un año, los zamoranos tendrán que afrontar la mencionada subida del IVA, la ya asumida del IRPF más las revisiones de las tarifas de luz y gas. El Ayuntamiento de Zamora presume de ser la tercera capital del país menos endeudada, pero la falta de liquidez de las arcas municipales está detrás de los incrementos del IBI que sumarán un 18% en 2013, a los que hay que sumar los del agua, saneamiento y vehículos, entre otros.

Pocos bolsillos podrán aguantar sin obligarse a recortar sus gastos no ya de ocio, sino en el vestido, el calzado y la alimentación. Ese menor consumo tendrá un impacto negativo en los más de 4.000 negocios que en Zamora se dedican a alguna de las ramas del comercio. En solo doce meses ha cerrado medio centenar de tiendas, algunas de ellas históricas. Los carteles de locales en venta o en alquiler ganan la partida a los que, haciendo gala de su iniciativa emprendedora, se arriesgan a poner en marcha un negocio, a pesar de las dificultades añadidas de un crédito bancario que sigue sin fluir. Esta es la pescadilla que se muerde la cola, una espiral de consecuencias imprevisibles que ni siquiera está sirviendo para corregir los déficits de las haciendas públicas. En los seis primeros meses del año la recaudación de gravámenes cayó en la provincia un 8,3%. La mayor parte de ese desplome de los ingresos corresponde precisamente al IVA, concepto por el que se recaudó casi una cuarta parte menos que en 2011, lo que bien podría indicar no solo la mencionada contracción del consumo, sino un aumento de la economía sumergida que en Zamora, según los expertos, equivale hasta al 25% de su PIB total.

Los zamoranos tendrán que abonar este año 1.465 euros más en impuestos. Lo deseable sería que tal sacrificio se tradujera en una mayor actividad económica capaz de crear puestos de trabajo de los que salieran nuevos contribuyentes. Pero algo falla en el esquema, puesto que la lectura final, hasta el momento, solo asegura con certeza un empobrecimiento de las clases medias, sobre las que recae gran peso de la política fiscal española.