El lobo acaba de asomar la patita por la gatera. Su verdadera naturaleza está al descubierto. Quiere devorar a Caperucita. Su fin es engordar hasta tener la tripa a punto de estallar. Luego, si estalla, habrá que darle unos puntos de sutura, pero la podredumbre de su cuerpo putrefacto habrá salido al descubierto. A lo mejor es lo mejor: que reviente.

Eso es lo que está pasando con el gobierno catalán y el andaluz, convertidos en feroces lobos. No pertenecen al partido de Caperucita en el poder y tienen la mirada puesta en derribarlo. No les importa nada que, con el gobierno, se lleven por delante a la España que convalece en la UVI. Con tal de respirar ellos, están dispuestos a quitarle el respirador al enfermo.

El daño que estos gobiernos están haciendo es de incalculables dimensiones. Cada vez que uno tiene una salida de pata de banco, a los demás nos cuesta miles de millones. Europa no se fía de una España que está cargada de hijos egoístas que quieren comer la merienda cada uno por su lado. Así es esta panda.

El espectáculo que están dando abandonando o no asistiendo a las reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera, es dantesco. Los que en algún momento pensaron que autonomías como la catalana deseaba otra cosa que no fuera caminar por su lado, se equivocan. Siempre ha sido así y siempre lo será. Sus dirigentes no se paran en barras para lograrlo. Les interesa hacer de su pequeña autonomía un reino de Taifas.

A veces pienso que las oposiciones en España desean vernos convertidos en una Grecia antes de que el partido en el gobierno salga airoso de los retos que tenemos planteados. Lo que digo, que ahora va contra el PP, vale para antes, en que el PP vivió para sacar del poder al otro.

Parece que en este país de chupones y egoístas a nadie le interesa el bien común. Solo les interesa estar en el poder. Y alguien tendrá, alguna vez, que dar un paso hacia adelante. Y ese paso pasa por la generosidad de ayudar a quien gobierna o eliminar, si quiera temporalmente, a las autonomías que se comportan de forma amoral poniendo en riesgo el bienestar de todos los españoles.

El gobierno catalán pedía un rescate hace dos días, porque al dinero español no le hace ascos, pero luego, con la otra mano, como aquí se decía antes de que ocurriera, traza su ruta de independencia económica y social.

El gobierno catalán sabe que, a día de hoy, sin España no hay nada. Como España sabe que sin ponerse Europa por los hombros hace mucho frío. Pero el equipo de Artur Mas necesita urgentemente una víctima a la que cargar todo su desastre económico, toda su impotencia por una gestión que llevó a la ruina a la zona más próspera de España. A Andalucía le pasa igual, y quiere echar los perros del «pueblo andaluz» contra el adversario político.

Y ahora, qué. Pues ahora, nada. A esperar. A dejar que las posturas se vayan enconando, a tratar de engatusar a sus electores para convencerles de que Cataluña, sin España, sería el Cuento de las mil y una noches. Mienten y saben que mienten, pero se han fijado en el viejo aforismo de «calumnia que algo queda».

El gobierno andaluz, que ha vivido engordando a sus clientes para ahora matarlos de hambre, le hace un flaco favor a España. Con su postura caprichosa lo único que promueve es que desde ahí afuera se nos siga viendo como un país de caprichosos y egoístas, que no renuncia a su fiesta y que antepone la cabezada al trabajo.

Si lo teníamos crudo, la manita que nos echan al cuello estas dos díscolas nos va a salir muy caro. Ahora vendrá el gobierno y dirá que quiere recortar, intervenir, y ellos echarán a sus huestes amaestradas a la calle. Y vuelta a empezar hasta que llegue el dramático final. Qué egoístas. Qué necios.

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