Nació en Zamora el 4 de octubre de 1890 , cursa sus estudios medios y termina la licenciatura de Derecho en Madrid en 1917, ingresando dos años más tarde en la carrera diplomática.

Desempeñó cargos consulares en París, Cuba, Brasil, Marruecos, Amsterdam, Liberia, Oporto, Bayona y Fernando Poo. En 1933 fue nombrado inspector general de Emigración y al año siguiente jefe de los servicios de Prensa e Información del Ministerio de Asuntos Exteriores. Fue designado consejero y secretario general de la Dirección General de Comercio en 1939, consejero comercial en la Embajada de España en Caracas en 1949 y en la del Líbano en 1957, y al año siguiente fue nombrado embajador de España en Jordania , cargo que desempeñó hasta 1960.

Su carrera y su vida discurre principalmente sobre dos grandes regiones históricas, que marcarán a la vez que estimularán de manera muy clara y efectiva sus conocimientos. Su carrera diplomática sirvió para despertar su adormecido sentimiento histórico que puso en práctica en su propia tierra cuando llegó la hora de su jubilación oficial.

Los dos grandes espacios de su vida oficial como diplomático fueron Hispanoamérica de un lado y el Próximo Oriente por el otro, esto nos explica con gran claridad ese despertar por el mundo de la arqueología que va a llenar sus años libres. Ese recuerdo y esa influencia queda clara cuando durante su estancia en el Líbano, descubre uno de los yacimientos de origen bizantino más importantes de la zona.

Don Virgilio a lo largo de su vida oficial, constante visitador de los lugares reconocidos en los territorios citados, y tremendamente respetuoso como quedó demostrado en sus amplios y generosos recorridos por nuestra provincia, fue recogiendo cuantos testimonios la propia naturaleza le ofrecía, a la vez que profundizaba en el estudio y conocimiento de lo que la historia en cada caso le ofrecía. Eso le dio un amplísimo conocimiento de la arqueología de ambos territorios a la vez que un rigor a la hora de apreciar y definir determinados restos con solo mirarlos y siempre en superficie.

La literatura nos ofrece otra faceta no menos interesante y rica del diplomático como escritor, lo que añade un matiz nuevo y distinto del profesional y del enamorado de la arqueología.

Todo ese fondo cultural acumulado a lo largo de su vida oficial, nos lo va a dejar recogido y presentado en la labor desarrollada a lo largo de su jubilación, en la obra «Testimonio arqueológico de la provincia de Zamora», publicada en 1978, obra en la que nos recoge en más de doscientas páginas todo su recorrido por la geografía de nuestra provincia, tomando nota con los naturales de cada lugar donde aparecían restos, y con un inmenso respeto a los lugares que le ofrecían y visitaba siempre, recogiendo los restos y fragmentos que generalmente las labores del campo y del arado ofrecían en superficie y siempre en cantidad. Sin exageración alguna podemos definir este trabajo como el primer intento de estudio del mapa arqueológico de nuestra provincia. En sus páginas nos va dejando datos y detalles que hoy, treinta años más tarde, muchos de ellos siguen esperando su estudio definitivo. Labradores, pastores y siempre gentes del campo fueron sus guías que le llevarán a los lugares más difíciles y a los que solo él pisó con el espíritu del investigador que sabe lo que busca y lo que sabe valorar en su justa medida. Ver ese mapa y repasarlo con una sola mirada es toda una lección sobre la arqueología de nuestra provincia.

Y nos queda Barcial, su casa y su finca donde fue depositando los restos de sus recorridos, hoy en el Museo a donde llegaron durante los días 24 y 25 de marzo de 1983.

Pero además y a lo largo de su vida, hemos de destacar las publicaciones: «El Instituto de Ahorro y Crédito del Emigrante» (1926), «Acción Social de los españoles en Ultramar» (1929), «Los territorios españoles del Golfo de Guinea» (1929), «La España de quien, franceses, ingleses y alemanes» (1936), «Legislación de Comercio» (1950), «Losa Literaria» (1955), «Altar de Recuerdos» (1966), «La Diplomacia mundial ante la guerra española» (1969), «Quinto Centenario del Judío converso, Alfonso de Zamora» (1972) y obras pendientes de impresión, biografía de Diego de Losada, y topónimos zamoranos.

Diplomático, historiador y arqueólogo, lució la Gran Cruz del Mérito Civil, queda en nuestro recuerdo su dedicación y su obra, hermosa lección que recordamos con enorme respeto.