A veces, la gente del Gobierno tiene que resignarse, porque no le queda otro remedio, a hacer auténticos papelones para complacer a los políticos, politiquillos, politicastros y afines interesados de su partido que se empeñan en querer demostrar, en sus provincias, que representan a los ciudadanos y que transmiten a las alturas sus reivindicaciones, proyectos, y sobre todo peticiones, que si en algunos casos resultan tan lógicas como justas en otros son meramente ilógicas e ilusorias. Pero los ministros han de cumplir porque eso entra en el sueldo, lo mismo que entra en el sueldo de los parlamentarios, que son los que suelen ocuparse de semejantes embajadas, el cumplir el trámite de atender a sus votantes. Así, la ministra de Fomento, que es de Zamora, ha llevado a Bruselas la manida reclamación de reabrir el tren de la Ruta de la Plata, cerrada hace más de un cuarto de siglo por el PSOE achacando motivos de nula rentabilidad y olvidando que era un servicio público. Una eterna reivindicación de la que pese a tantas promesas de unos y otros nadie hizo nunca ningún caso.

Y como cabía suponer y esperar los ministros europeos del transporte han dado carpetazo definitivo, hay que suponerlo, al asunto. Esta vía férrea, que además ha sido desmontado ya en numerosos tramos nunca se volverá a abrir. Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Pues, eso. Hay que irse olvidando ya en la provincia de estar todos pendientes del maná y empezar a buscar soluciones e iniciativas propias y capaces porque como se siga siempre dependiendo exclusivamente de los demás nunca se acabará de despegar y menos en esta época de dura crisis. En realidad, lo de la reapertura de esa línea como impulso económico para la región tenía más de utopía que de realismo. Como lo tiene el hecho de que se siga esperando el paso del tren de alta velocidad como dinamizador industrial del tejido provincial. El AVE traerá y llevará viajeros en menos tiempo y con precios más caros, pero nada más. No importa, aquí se sigue cifrando el desarrollo en las infraestructuras y en todas las ayudas oficiales pese a que la experiencia demuestre que no es así. Pero de ese modo no hay que arriesgar dinero privado.

Todo ello entra dentro de la ilógica que las distintas Administraciones públicas han creado en España. Precisamente, acaba de publicarse un libro: «La casta autonómica» que retrata los desmanes y entuertos y despilfarros de los Gobiernos, los autonómicos, los locales y el de la nación. Nadie quiso ser menos que el vecino en los tiempos de los nuevos ricos y comunidad hubo que compró un tren sin tener vías, o construyó un aeropuerto sin aviones, o una estación para un AVE en el que viajaban cada día una decena de personas, y aun los hay que quieren hacer una cúpula de la industria o de la tecnología en una ciudad sin el menor tejido empresarial. Planes faraónicos, pagados con dinero público, que pese a lo que digan de recortes y tal y cual siguen manteniéndose con el mayor cinismo. Los políticos de Zamora, junto a los empresarios, siguen erre que erre de cara a la galería y dicen que cuando se acabe la crisis ellos volverán a pedir el tren de la Ruta de la Plata. Faltaría más. Pues vale.