El Gobierno del PP se ha empeñado en levantar un muro, sobre los cimientos de nuestra sociedad, construido con las piedras de la injusticia y la desigualdad.

Este nuevo capitalismo sin freno, disfrazado de búsqueda del bienestar, conduce, sin duda alguna, a una sociedad más pobre y con más desigualdades.

La subida de impuestos y los recortes sociales llevados a cabo por los gobiernos del PP en los ámbitos nacional, autonómico y local, no nos conducen hacia la salida de la crisis sino hacia una sociedad donde los hombres y las mujeres dejarán de ser protagonistas para quedar dominados y controlados por las fuerzas económicas.

Caminamos hacia una sociedad distinta donde las relaciones laborales no estarán marcadas por el diálogo social, sino por la imposición de leyes escritas por los que practican el «a Dios rogando y con el mazo dando».

El PP negó que subiría los impuestos y, sin pudor alguno, fue una de las primeras medidas que adoptó nada más acceder al poder.

Las exigencias tributarias se deben adaptar a la capacidad económica de los ciudadanos y ciudadanas y el PP debería tener muy presente que los ingresos económicos de las personas están disminuyendo considerablemente y aumentando por otro las incertidumbres y las inseguridades, entre otras la laboral.

Algo que la derecha no tiene entre sus principios ni valores es que el bienestar económico de un país no solo se mide por el modo en que los bienes son producidos y por la cantidad sino por el grado de equidad en la distribución de la renta, que debería permitir disponer a todos y todas de lo necesario para desarrollar una vida digna.

Esta derecha que nos gobierna está gravando a la actual generación con cargas excesivas que sobrepasan los límites que la justicia y la equidad imponen. Muchos hombres y mujeres están sufriendo a causa de este capitalismo voraz que aumenta cada vez más la distancia que separa el progreso de unos con el retroceso de otros.

Además de los trabajadores en desempleo, este drama afecta y afectará especialmente a los jóvenes, a las mujeres, a los trabajadores menos especializados, a los pensionistas, a los inmigrantes, a las personas con discapacidad y a las personas en riesgo de exclusión social.

Una reforma laboral como la que ha aprobado el PP tiene frustrada su finalidad, que debería ser la creación de empleo por la incapacidad demostrada por el Gobierno para el diálogo y consenso social, al contrario facilita el despido, crea inseguridad, disminuye la capacidad económica de las familias, es fuente de injusticias y creadora de desigualdades.

Sería deseable que la derecha española aprendiese que el progreso y el desarrollo se deben realizar de forma armónica, so pena de ver roto el equilibrio que es tan indispensable. Es rotundamente falso que las medidas que el PP ha puesto en marcha nos conduzcan hacia una sociedad centrada en dar respuesta a las necesidades reales de los hombres y de las mujeres, es rotundamente falso que nos lleven a una salida de la crisis.

Se nos han recortado derechos tales como el derecho a un salario digno, a un empleo estable, a muchas prestaciones sociales, etc... Todos estos derechos, construidos con el esfuerzo y el afán de tantos hombres y mujeres que han creído y creen en una sociedad más justa, serán poco a poco sustituidos por otros valores, apoyados en los intereses de los mercados y que remarcarán la injusticia, el individualismo y la insolidaridad.

En esta coyuntura todos deberíamos revelarnos, especialmente los que creemos que debe mantenerse encendida la antorcha, levantada por tantos hombres y mujeres, que con su esfuerzo, su trabajo y su entrega nos han legado una sociedad donde los derechos laborales, la educación, la sanidad, las prestaciones sociales, las prestaciones por desempleo, y las pensiones tenían una doble finalidad: la felicidad del hombre y de la mujer y la construcción de una sociedad de libres e iguales.