Acogido por la solemnidad de un expresivo silencio, muestra de respeto de un público muy consciente de las dificultades por las que ha atravesado el Pórtico en los últimos meses -con la inexplicable e indignante retirada de todo el apoyo municipal-, Jordi Savall inaguró ayer con gran éxito la décima edición en la iglesia de San Cipriano, sede del festival desde sus lejanos comienzos en 2003. Muchas cualidades personales y artísticas le sirvieron de ayuda en la vasta panorámica que trazó en torno al repertorio para su instrumento, la viola da gamba, comenzando por un programa cuidadosamente construido y que, ciertamente, hacía honor al motivo conductor del festival de este año, el divino arquitecto. Articulada como una gran suite de movimientos contrastantes, compositores y ámbitos geográficos distintos, la selección de piezas permitió al músico mostrar las singularidades en el modo de tañer la viola. Lucieron brillantes las diabluras pirotécnicas col legno -ejecutadas golpeando las cuerdas con el arco, creando sonidos percusivos que resaltaban el carácter humorístico de piezas como A Souldiers March o A Souldiers Resolution de Hume- , los centelleantes arpegios del preludio de Abel, las rasgadas terceras del de Machy o las tres cuerdas simultáneas de las piezas The lancashire Pipes que, como el propio Savall explicó, imitan la gaita de la música tradicional. Esta capacidad para atraer la atención sobre las piezas interpretadas hablando sobre ellas en tono relajado y didáctico contribuyó a la buena atmósfera establecida entre el violista y su público y, como él mismo confesó un poco más tarde, ayudaba a llenar los tiempos de espera en los que se asentaba la afinación de las diferentes scordaturas que requerían las piezas. Pero su mérito va todavía más allá, pues fue capaz de hacer disfrutar a toda la sala incluso de los quejosos sonidos de afinado de la viola, haciendo incluso un chiste sobre ello sin que la atención se resintiera.

La intimidad y belleza con la que Savall interpretó el corazón del programa -el repertorio francés y particularmente Sainte Colombe y Marais- recordó el ambiente de otros cálidos recitales en anteriores ediciones del Pórtico, pero tenía su base en una vivencia profunda y personal que quiso compartir con todos al dedicar su interpretación de Les Pleurs de Sainte Colombe a la memoria de Montserrat Figueras, su esposa recientemente fallecida, con la que colaboró a lo largo de numerosas grabaciones y conciertos. Tanto más introspectivo se tornaba el músico al contacto con las voces (indudablemente humanas) de estas músicas, tanto más honda y sentida penetraba en la escucha de los allí reunidos.

La repleta sala premió con largos aplausos -recompensados con tres generosos bises- al enorme instrumentista, al comunicador y al descubridor de tantas músicas.

Hopkinson Smith será hoy el encargado de recoger el testigo en un recital de laúd con repertorio de Juan Sebastian Bach, que se celebrará a las 12 en la iglesia de San Cipriano.