Es la carrera del futuro: cura. El anuncio que están haciendo en la tele, como si fueran personal del ejército reclutando gente para la milicia, me ha puesto los pelos de las piernas de punta. Cura. Qué maravilla. Salvación y sueldo asegurados. Lástima que yo no crea en casi nada. Tampoco en la oportunidad del anuncio de marras. Me parece cutre, bufo, desafortunado, ramplón y sucio.

Métete cura, Manolo. Menudo chollo. Eso es lo que se desprende del anuncio. Que vas a cobrar novecientos euros al mes por una jornada laboral de poco más de lo que dura una misa. Le ha faltado decir, para que la propaganda fuera redonda, que el vino y las hostias los dan gratis.

A estos curas modernos se les ha ido la perola. O a mí me lo parece. Vender la sagrada vocación como si fuera un trabajo mortal, es burdo. Trasmite que tiene más valor el bien terrenal que el espiritual. Porque casi ni te ofrecen como salario la gloria eterna. Y dicho sea de paso, la gloria eterna es un buen sueldo para el más allá, pero una miseria en el más acá. Aquí debe alimentarse uno, además del cordero de Dios que quita los pecados del mundo, del cordero pascual que pasta.

El anuncio es oportunista. Es triste tener que utilizar el paro galopante para vender un oficio como el de sacerdote. Es ponerle precio al reparto de hostias que se expenden desde el ara sagrada como si en vez de la comunión fueran ruedas de molino. Y con ruedas de molino se comulga mal. Yo le diría a los candidatos: niños, no os dejéis engañar por los curas, que el curro que os ofrecen es más duro que una ingeniería superior. Tendréis que ir al seminario, dejar de tocaros y encima tardaréis trece años en cobrar el primer sueldo.

Porque eso no se dice. Que la carrera de cura es más larga y penosa que un día sin pan. Es cierto que en el tiempo en que te preparas comes gratis, pero también comes gratis en la cárcel y no por eso vas a robar una joyería para hacer la carrera de delincuente y vivir a cuerpo de rey en Topas.

Creo que el sermón de los curas se le ha ido de las manos. Y es triste, porque los curas siempre han sido los amos en la venta oral, los mejores charlatanes que han existido, dicho sea ello sin «animus iniuriandi». Los curas se han vuelto charlatanes sagrados que venden la albarda sin haber burro. La materia prima que empuje al sagrado oficio del sacerdocio, nunca puede ser un bien terrenal, ni vestirse con una nómina.

Los curas nacidos con este ánimo de lucro, los sacerdotes que crecen al abrigo del hambre y la miseria, en vez de la vocación, no pasarán de ser obreros que a la mínima de cambio harán una huelga por un quítame de ahí esas vinagreras. O reclamarán un plus de peligrosidad por ir en procesión debajo de un viejo palio.

Supongo que no tardarán ni dos días en retirar la desafortunada campaña; que ya se habrán dado cuenta de la estupidez divina que han cometido. Las vocaciones no pueden llegar al son de los clarines del miedo o la necesidad. Eso era antes. En aquellos tiempos. «In illo témpore», que diría un profesional del ramo.

En aquel tiempo un cura recorría los pueblos de los niños menesterosos y nos invitaba a ser curas. Y nuestros padres, con buen criterio, nos empujaban al camino de santidad. Pero en sus corazones abrigaban la esperanza de que, una vez preparados, nuestros caminos podrían separarse de los caminos del Señor con una formación en el morral. Así nos formamos muchos un poco. Pero a estas alturas, ofrecer un puesto de cura porque la cosa esté fea, parece excesivo.

Claro que, en sus colegios, en vez de «a la santidad por Jesús», siempre podrán poner, «a la santidad por la bendita nómina». ¡Jesús!

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