Hubo un tiempo en que un imán no era más que un dispositivo con campos magnéticos que atraía o repelía metales. O algo así. Ahora un imán, si es como el de Tarrasa, no es más que un perfecto HP. Entendiendo HP no como unidad de potencia, sino como lo otro. Un tipo, vamos, que anima a corregir las «desviaciones» y conductas de las mujeres a hostia limpia.

Sé que se puede decir lo mismo sin escribir exabruptos, pero no sonaría igual. Y yo quiero que suene. Tanto como los golpes que este sinvergüenza musulmán anima a dar a las mujeres en sus vomitivos sermones. Lo dramático es que sus patéticos seguidores no se levanten del banco, del suelo o donde estén, y lo manden a la mierda.

Este tipo, escondido tras unas siglas -A.L.- explicaba en sus arengas cómo hostiar a las mujeres sin dejar marca, cómo aislarlas en casa, haciéndolas objeto de torturas no solo físicas, sino también sicológicas.

El único acierto que ha tenido el líder espiritual es su consejo de castigarlas negándoles las relaciones sexuales. Menudo castigo, se dirían ellas. En el fondo estarían encantadas, digo yo, de que quien las maltrata y pega, no les toque otro pelo.

Es tremebundo que al hablar de este «criminal» lo tengamos que hacer con iniciales, que es tanto como no decir nada, en vez de ponerle el dedo encima para señalarle como lo que es, un vil «matador». A alguien se le ha escapado que se llama Abdeslam, vamos, como un Pepe o un José cristiano...

Cierto es que mientras la Ley no le dé con el mazo en la cabeza, hay que tratarle de presunto, pero lo que la gente ha oído, ha oído. Y lo que los mossos d'escuadra han grabado, han grabado. Y su incitación a la violencia contra la mujer parece algo más que evidente.

En vano sus amiguetes dicen que es mentira, que él solo dice cosas buenas bonitas y baratas? Las cintas de la policía catalana existen y solo hace falta que el fiscal las acepte como prueba contra este energúmeno.

No sé a qué esperamos para mandarlo a freír espárragos, a expulsarlo de nuestra casa común. A veces creemos que la democracia es comportarnos como vulgares meapilas, y nos la cogemos con papel de fumar ante estos sujetos violentos. Luego pasa lo que pasa. Que nuestras mujeres, en sus culturas, son tratadas como vulgares acémilas de carga, use y disfrute...

El maltratador presunto aprovechaba los viernes para cargar contra ellas. Es incomprensible que más de mil personas acudieran a oír a este sinvergüenza. Me da escalofríos pensar que las señoras que acuden a sus sermones tengan que agachar la cabeza y asentir a sus amenazas. Y que la estofa de estos señores sea tan baja que todavía no se hayan dado cuenta de que la cultura de la violencia contra la mujer es algo terrible que debe superarse cuanto antes, extirparse de la faz de la tierra.

El bravucón, valiente en su recinto y cobarde en la comisaría, no abrió la boca pero quedó imputado como lo que es. Yo espero que la Ley caiga con brutalidad sobre personajes como éste que hacen de las mujeres juguetes de pim pam pum al servicio de los vicios, deseos y caprichos de una sociedad que está podrida.

Mientras estos cenutrios no aprendan que la igualdad y el respeto son las normas básicas de convivencia de los estados y las personas, nada hay que hacer. Las sociedades occidentales, tan escrupulosas en proteger los derechos humanos en los países que tienen petróleo, podían ocuparse un poco más de los países pobres en los que proliferan estos «asesinos» de guante blanco y mano larga.

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