Sanabria siempre ha sido tierra de grandes barberos. Con sus nombres se podría hacer una alineación invencible. El reconocimiento a aquellos grandiosos profesionales viene ahora de la mano de José Siero, un crack de Mombuey encargado de la pela del futbolista Cristiano Ronaldo. José, con sus hermanos, es uno de los galácticos que bebió de las manos de su madre todas las mañas del mejor arte de la pela sanabresa.

No es que la pela sanabresa sea una modalidad muy distinta a las demás, pero algo especial tiene, cuando la bendicen. A mí me parece de justicia que los antiguos peladores sanabreses tengan un reconocimiento, pues sin aquella cantera, jamás hubieran salido estos extraordinarios maestros.

Recuerdo a Herminio el de mi pueblo, que en realidad era del Valle. Destacaba en la pela al bote pronto: solo pelaba cuando era una urgencia, cuando a los niños menesterosos nos facturaban a los colegios de los frailes y había que recortar las greñas. Herminio pelaba de arriba abajo, rascándote el cerebro con una máquina que parecía lija. Cuando Herminio te pelaba, te sangraba hasta el cuero cabelludo.

De aquellas pelas sanguinarias recuerdo la que le practicó a mi querido primo Manolo cuando fue al colegio de la Paloma de Madrid. Se le quedaron los ojos colgando de las órbitas. Pero salió adelante. Herminio, al acabar, te escupía en la cabeza para domar los pelos más rebeldes. Ni uno se le iba de la mano.

Para pelas más importantes, como cuando ibas de viaje a la Villa de Puebla o así, te pelaba el titular del pueblo. En mi caso era Casimiro, que era de Vigo y que tenía un nieto que llegó a jugar en Madrid, junto a la cervecería Santa Bárbara. Alcanzó la cima con la pela de Alberto Pérez, un cantante que interpretaba los jueves cosas melódicas en televisión, y a un futbolista del Rayo Vallecano, Anero, que hizo la mili conmigo.

Casimiro bajaba los viernes en burro, con la herramienta en los serones. Pero sobre todo, bajaba para las fiestas del Carmen y por Pascua Florida. Te sentaba en una tabla que ponía entre los dos reposabrazos de un sillón que probablemente le había robado a un obispo, y pelaba mientras hablaba y hablaba... Practicaba la pela al trasquilón. Los padres temblaban cuando le arrimaba la cuchilla al gañote, porque andaba muy mal del pulso.

Los peladores de Sanabria eran mucho de hablar. Eliseo el de El Puente, que tenía la barbería en el primer piso, era el que más. Era medio gallego él, un hombre que vivía asomado a la ventana y siempre comentaba la jugada que pasaba por la calle: «?mira, chacho, qué guapa se está poniendo esta Emilita, qué recondenada, con lo pequeña y gorda que era?».

Cuando tenías que ir a Zamora, mismo a operarte de vegetaciones, el tiempo se detenía. En esos casos, el penalti había que ir a tirarlo a Puebla. Allí estaban los Ronaldos de la pela. Boni, que era futbolista, era como Ramos el del Real Madrid: tenaz, serio, contundente. Y Viti, como buen aficionado a los toros, era muy fino, un estilista, un Benzemá de la pela, que depende por el lado que cogiera la jugada, te dejaba hecho un Dios o un Nazareno?

Lamentablemente hubo en aquellos días un pelador que era un depredador del área, un tuercebotas. Pelaba a la Bartola, muy barato, pero más que pelar, se echaba en plancha y de la cabeza salían chispas. Ese matarife, después de cada pela, te miraba los dientes y, si te descuidabas, te los arrancaba. Decía que tenías uno picado y por un duro te desdentaba vivo. Este garbanzo negro de la pela sanabresa dejó a su pueblo desdentado y despelado, pero nadie le denunció.

La gente, en mi tierra, era muy sufrida. Sabía que para meter los goles de ahora en Madrid, tenía que poner la cabeza como banco de pruebas. Enhorabuena a todos los peluqueros, que ya pueden darnos las gracias a los que hicimos de sparring.

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