Era el eterno «descubierto» de Coag. Durante muchos años, Miguel Blanco Suaña, nacido en Perilla de Castro y apicultor de profesión, aunque con alma sindicalista desde niño (ya se le notaba en el colegio Alfonso Rodríguez, regido por los Jesuitas, junto al Cuartel Viriato) ha sido el preferido por los socios de Coag, en Zamora, en Castilla y León y en España, para la Secretaria General de la organización.

Ahora ha dicho «sí». Sus razones tendrá, como para decir «no» hasta ahora. Miguel Blanco es un luchador de guante blanco. Pico de oro, enhebra con sutileza un discurso fluido y comprensible tanto en medio de una manifestación como en los despachos de tanto político reconvertido con mando en plaza. Capaz de eso, de enardecer a una masa reivindicativa en plena calle o de cantarle las cuarenta al de la corbata o a la del traje impoluto.

Yo creo que ahora ha dicho «sí» porque se ha dado cuenta de que es el momento de gritarle a la sociedad desde el campanario más alto que la agricultura tiene futuro, que es el sector más productivo en tiempos de crisis, capaz de sacar un árbol de la chistera de una semilla reseca; que los agricultores y ganaderos tienen dignidad porque ejercen un oficio imprescindible, capaz de dar de comer a 8.000 millones de personas. Nada hay más necesario en esta vida que comer, y ahora cuando las situaciones límite nos llevan a pensar en el futuro cada día, más nos damos cuenta de ello.

Miguel, lo sé, va a decirle a los tecnócratas de Bruselas que basta ya de tonterías y leguleyadas. Que la agricultura y la ganadería son imprescindibles para asegurar el futuro de Europa, que no se puede dejar la producción agropecuaria en manos de un puñado de multinacionales ansiosas de negociar con la comida como ahora lo hacen con los hidrocarburos. El campo tiene un estigma que no se merece, el de pedigüeño, y es tiempo de arrancarse la piel a tiras. Miguel es un buen docente y va a explicarlo a la sociedad. Militantes de Coag, habéis hecho una magnífica elección.