Confieso humildemente que siempre he sentido la misma duda. Reconozco que las prácticas de la moda ofrecen sus ventajas pero tienen también sus inconvenientes. Exigen el adaptarse a ellas, y todo ejercicio de adaptación representa un esfuerzo físico y mental. Es la ruptura de una costumbre, y en la medida en que vamos envejeciendo somos más reacios a los cambios, pero no dejamos de reconocer que la tecnología es el futuro. Las novedades tecnológicas nos ofrecen cada día soluciones más cómodas y rentables.

Y, sin embargo, las cosas son como son. No he dejado de experimentar una cierta envidia, no exenta de admiración, ante una técnica de escritura, la del ordenador, más rápida, que reproduce las letras de molde y que permite modificar o corregir lo escrito sin tachar o borrar. La underwood era un artificio de la costumbre y el automatismo del ordenador no se corresponde con el flujo del pensamiento ni con las conexiones del sueño. Una costumbre es un hábito inconsciente, lo que nos obliga a modificar la mentalidad, es decir, nuestra identidad mental. ¿Es el hombre para la técnica o la técnica para el hombre? ¿La revelación de lo que llamamos la inspiración se produce más fácilmente pulsando las teclas de la underwood, tachando y borrando, volviendo a tachar y borrar, siguiendo el ritmo de esa fluencia íntima, desordenada y zigzagueante, que tiene un código que no conocemos, pero

que responde al misterio del cerebro? No sé, pero pienso que la técnica es un nivel de perfección, una de las formas superiores de la vinculación del hombre en su trato con la realidad.

He releído con atención, como siempre, el comentario "E-Facturas" de Braulio Llamero en su columna en este periódico sobre las facturas electrónicas que no son sino un invento del falso mundo creado por las premisas trágico políticas ecológicas de la "conciencia verde" que trata de suprimir en él esas distancias y resistencias con que el hombre aspira a dominar la naturaleza como producto consumible.

En Heidegger se lee que "el hombre de hoy se halla incapacitado para un verdadero encuentro consigo mismo, es decir, en ninguna parte descubre su ser". Pienso si no asistimos a una total reducción del hombre a una suerte de hedonismo sin pensar que el hombre no es solo el conocimiento de los tiempos históricos sino también el conocimiento de su intrahistoria. La apelación de lo real, a su conocimiento, no siempre obedece a consideraciones metafísicas sino a razones, muchas veces, financieras, a intereses de beneficiarios. Honestamente, Llamero ha puesto el dedo en una llaga.

El presentimiento al que aludo induce a dudas, pero la moda digital avanza lenta pero implacablemente. Hoy mismo se anuncia la convocatoria para el periodista digital. Los instrumentos técnicos son sí útiles para la vida, pero la vida humana está dejando de ser un misterio y dimensiones cuya complejidad es para nuestro alcance, contradictoria. La nueva problemática es el conocimiento del pensamiento humano. ¿Nos facilitarán ese conocimiento los instrumentos tecnológicos? La realidad humana no es sólo la que habita en el "homo faber" ni en el hombre "máquina de deseos".