Tanto se ha reiterado en los últimos tiempos que podía llegar el lobo de la crisis económica y ahora que parece que asoma las orejas y las negras fauces por la esquina de la Bolsa, no se acaba de creer aún, mientras menudean los avisos de uno y otro signo. Desde las grandes cúpulas del poder financiero se advierte que así comenzó la larga crisis de finales de los ochenta, pero en España el presidente Zapatero y el banquero Botín se muestran exultantes de optimismo y Solbes, más aplomado y discreto pero igualmente optimista en el fondo y en la forma. Qué van a decir, con lo bien que les va a ellos.

Pero en el país y en la vida cotidiana, la alarma ha saltado cuando nada más regresar la gente de vacaciones se ha encontrado con unas fuertes subidas en los productos básicos y en otros muchos de todo género. Y eso después de soportar la incesante escalada del precio del dinero, que tanto ha encarecido las hipotecas, sobre todo, claro, y como siempre, a las economías más modestas. Subidas que los expertos advierten que no continuarán estancadas, aunque ahora mismo parezca que lo estén.

El problema es que con los precios crece el endeudamiento de las familias y ya la OCDE avisó en su día de que España era el país más endeudado y en el que el crecimiento de la deuda en la última década había sido mayor. A lo que cabe añadir que, asimismo, el país es el único en el que el poder adquisitivo no sólo no ha aumentado en la década actual sino que se ha rebajado. Una situación preocupante, pues, la que se perfila en lontananza, que está teniendo reflejo en los vaivenes a la baja de las Bolsas mundiales y sobre la que el Fondo Monetario Internacional ya se ha pronunciado, calificando la crisis de real y de grave y con síntomas que ya empiezan a notarse en todas las partes.

Por lo que a España respecta lo peor de todo, según los analistas financieros, es qué se hace frente a nuevos condicionamientos económicos con unas armas muy pobres y devaluadas pues la principal causa de que haya aumentado la deuda de las familias españolas y se haya perdido poder adquisitivo se encuentra en el ínfimo crecimiento de los salarios en los últimos años, bastante por bajo, en realidad, de lo que ha ido subiendo el costo de la vida. Aparte de los infinitos, innumerables, casos de empleo de baja calidad, mal pagados y en precario. Salarios, en fin, que nos han situado siempre a la cola de la Unión Europea, acompañados, ya se sabe, de Grecia y Portugal.

Habrá que estar muy atentos al devenir de los acontecimientos, por si pintan bastos, que puede que sí. Salvo los bancos y los constructores -e incluso estos últimos porque el encarecimiento de las hipotecas puede pinchar la burbuja inmobiliaria- el resto de los sectores empresariales escrutan el panorama escudriñando el posible descenso del consumo que aseguran que empieza a notarse ya. En Zamora, mientras, nos repiten que la media de las pensiones, con 561 euros al mes, es la más baja de la región. Claro que todo se podría solucionar un tanto si los sueldos subiesen al compás del crecimiento no del IPC, sino del euribor, o sea de los tipos de interés que nos hacen pagar. ¿No?