Cernadilla es una joya de piedra medio escondida entre el verdor de una naturaleza que invita siempre y en cualquier tiempo a disfrutarla. Es uno de esos lugares privilegiados en los que puedes disfrutar de las esencias de Sanabria, de los encantos de La Carballeda y sentir a la vez el tirón del Tera o de la Sierra, que no sabes si te mira o te llama.

Su caserío de nobles casonas de piedra se encuentra perfectamente ambientado y lo que es más valioso y significativo, que se conserva con un enorme respeto al conjunto demostrando unos valores que no es fácil tropezar con ellos por estos mundos nuestros. Todo ello da al conjunto un señorío y una elegancia que destaca a primera vista aun sin darnos cuenta y ejerciendo un gran atractivo sobre el que llega hasta allí por vez primera. Pero ante el señorío y la categoría de su caserío, la fe no ha sido menospreciada y junto a su ermita hemos de destacar de manera singular su iglesia parroquial, con el cementerio adosado como en los mejores y en los más lejanos tiempos medievales. En esa iglesia destacan desde su planta a sus proporciones; y desde su propia estructura arquitectónica a la cabecera con una bóveda estrellada; su retablo mayor y esa singular planta de cruz de unas proporciones poco corrientes nos llevan a situarnos en esas viejas, señoriales y destacadas rutas de peregrinación.

Pero hay algo destacado en su reciente restauración que nos permite disfrutar en plenitud de todas sus bellezas, de su riqueza artística y de esa serie de detalles que no han dudado en completar para el servicio de los fieles y la belleza y comodidad de todos. Alguien con sensibilidad y empeño, con las ideas claras de su misión y la voluntad aún más clara, ha hecho posible esas obras, que me atrevería a calificar desde el punto de vista humano de casi un milagro.

Cernadilla, en el reposo y en la soledad, es una isla de paz y para que la iglesia no esté sola conserva dentro del caserío su ermita. Y abajo, junto al reguero, el albergue de los peregrinos, con los detalles del que tiene el camino como programa y la fe como diario aunque no siempre todos lleven la fe como bandera y el comportamiento como detalle. Y para que nada rompa el atractivo del entorno, la vegetación del reguero invita a sentarte en ese santo suelo y esperar la caída de la tarde como una ráfaga más de belleza que parece envolver todo el conjunto.

El río Tera, después de despeñarse por el cañón y descansar plácidamente en el lago, olvida sus violencias, y pacífico y sosegado se ha dejado embalsar y ofrecer ese pequeño mar que desprende atractivos, y atrae con la fuerza y la caricia del agua a quienes saben y pueden disfrutar de ese milagro de luz y de paz que además deja caer como lluvia milagrosa recortes de sus millonarios kilovatios.

Pero Cernadilla ha encontrado también al hombre, ese milagro de la política, del amor a lo suyo, de la entrega y del saber. Ese hombre que durante décadas de alcalde ha sabido dirigir con mano maestra esa dura labor de conseguir actualizar el pasado sin ofender ni atropellar lo que de historia, de recuerdo y de lección tiene. Ese hombre se llama Herminio Aparicio y su hoja de servicios como regidor al frente de su municipio, con los anejos de San Salvador y Valdemerilla, constituyen una lección de acción política, de eficacia en todos los aspectos, bajo todas las miradas y hasta en las situaciones y conflictos, que siempre los hay más delicados. Herminio Aparicio es una lección permanente de eso que se llama eficacia política, cualidad que no suele ser muy corriente por estas latitudes nuestras. Enhorabuena a Cernadilla y a seguir por ese camino, tocayo y amigo Herminio.