Trabajador incansable, padre de familia y vendedor nato, el señor Jobs ha conseguido a sus 56 años levantar de la nada un imperio digital que va mucho más allá de lo puramente tecnológico.

En una breve pero elegante carta a la cúpula directiva de la empresa y a toda la «comunidad Mac», Steve P. Jobs renunciaba a su puesto como CEO -presidente ejecutivo- por no poder «cumplir con mis funciones y expectativas como presidente ejecutivo de Apple».

Aunque el motivo de la dimisión no subyace en el escueto comunicado, a nadie se le escapa que los problemas de salud que Jobs arrastra desde hace años son la causa real. En 2004 consiguió vencer un cáncer de páncreas, aunque ya nunca llegó a ser el mismo. En 2009 recibía un trasplante de hígado que le dejó en un estado de debilidad, a pesar del cual ha estado al pie del cañón hasta hace pocas semanas. Genio y figura, no se concibe a Steve Jobs sin Apple ni a Apple sin Steve Jobs. En muy raras ocasiones una marca se ha identificado tanto con su presidente, y en todavía menos ocasiones ese presidente ha dirigido con tanto éxito los designios de su empresa. Así ha sido como Apple consiguió hace apenas dos semanas sustituir a la todopoderosa petrolera Exxon Mobil como la primera empresa mundial en capitalización bursátil. Casi nada para un vendedor de ordenadores y MP3. Pero desde ahora Jobs pasará a ocupar un puesto como presidente -un cargo inexistente hasta ahora- y delega la presidencia ejecutiva en Tim Cook, su jefe de operaciones hasta el momento. Pero a nadie se le escapa la conveniencia del anuncio en estos precisos momentos. Apple, una empresa que es especialista en no dejar absolutamente nada al azar, ha hecho algo impensable: jubilar a su «alma mater» sin que ello suponga un grave trauma para la marca. En agosto, mientras gran parte del circo mediático está todavía de vacaciones, con nuevos productos en el mercado anunciados hace pocas semanas y con el iPad vendiéndose en todo el mundo como si fueran rosquillas, la noticia de la renuncia de Jobs será canibalizada del todo en unos pocos días, cuando se haga público el anuncio del nuevo iPhone. El próximo iPhone promete ser una auténtica bomba mediática, y la imagen que acompañará a este revolucionario dispositivo será la de Tim Cook, prácticamente un desconocido hasta ahora. Será entonces cuando todo el mundo hable del nuevo «Teléfono-Mesías», y casi nadie se acordará de que un enfermo Jobs elevó a lo más alto una compañía humilde que se convirtió en la primera empresa mundial. O tal vez la gente sí recuerde a aquel desgarbado hombre con deportivas, vaqueros y jersey negro de cuello alto como lo que es: uno de los más grandes visionarios e innovadores tecnológicos de la historia.