El próximo lunes día 13, además de celebrar la festividad de San Antonio de Padua este año Lunes de Pentecostés, se celebra la doble fiesta de La Hiniesta como la Peregrinación de la Virgen de la Concha con todo su acompañamiento de romeros y su gran fiesta en la que la evocación histórica se enlaza con ese fervor mariano que constituye una de las señas de identidad de las celebraciones pascuales del calendario cristiano. Este encuentro tiene una notable continuación al día siguiente con la fiesta dedicada a Nuestra Señora del Yermo enlazada desde la Rogativa de San Marcos el 25 de abril de cada año, que marca y enlaza desde hace siglos estas advocaciones perfectamente sincronizadas y que llenan sin gran esfuerzo uno de los espacios históricos trascendentales del ambiente de la ciudad y de sus entornos.

Basta acercarse a los detalles artísticos de la iglesia de La Hiniesta para entender desde lo arquitectónico a la escultura o pintura su auténtico valor y significado desde el momento que entra en la historia, allá por los finales del siglo XIII, ese siglo que con el anterior marca y señala todo el proceso de lo que la Edad Media significa y va a proyectarse y desarrollarse ampliamente a lo largo de los dos siglos siguientes, esos que denominamos Baja Edad Media y que van a dar lugar al salto definitivo a una Edad nueva.

Este trío festivo mariano, recortado y limitado a sus entonos más cercanos ha tenido una gran fuerza hasta los finales del siglo XVIII, reinado de Carlos III que pone fin a las célebres procesiones que se celebraban en la capital con asistencia de las grandes advocaciones Marianas, en las que no estaban ausentes ni el Viso ni la de Gracia y siempre sobre la base de las dos hermanas que presidían y terminaban siempre con la visita obligada al Tránsito y a los Cuerpos Santos de San IIdefonso y San Atilano.

El regreso a sus lugares de origen y en un ambiente muy festivo, sin duda poco respetuoso, dio origen a la supresión. Recordando en esta celebración de nuestros días ese arraigado fervor mariano, de hondas raíces y como es lógico y natural a lo largo de siglos, la historia viva y real se ha enriquecido unas veces y se ha adornado otras con un rico anecdotario de leyendas y dichos, en los que es muy fácil seguir el hilo conductor de la historia, al margen de ese rico caudal de añadidos, y es fácil deducirlo cuando nos encontramos con ese riquísimo caudal de advocaciones marianas sin salir incluso de nuestro recinto amurallado.

Hasta qué punto el fervor mariano ha estado presente en la vida de la ciudad a través de siglos, que nos quedan testimonios vivos de otras ramas, vinculadas a estas celebraciones, como es el caso de todos conocido y solemnemente celebrado en la festividad del Yermo de terminar con el obsequio a los amigos y asistentes del plato de arroz con leche, una tradición judía que históricamente se ha conservado en esa noble y rica judería a la que la ciudad le debe el gran racimo de ferias que nacieron de la rica proyección de la Virgen del Yermo, siempre la madre, eterno testigo de la vida hasta el final, en todas las latitudes, miradas y hasta en las sombras.