Todo río ha desarrollado a lo largo de su curso una línea vital, en la que el ser humano ha encontrado el filón de sus inmensas posibilidades, tan certeramente expresadas en la célebre frase de: La historia ha seguido el curso de los ríos.

No hace falta hacer demasiados esfuerzos para descubrir ese inmenso caudal no solo de agua, sino de soluciones al Espíritu y a las necesidades del hombre que siempre ha buscado sus riberas y sus tierras ribereñas. Caminos que andan también se les ha llamado y sobre ellos se desarrolló el ingenio desde los más lejanos tiempos para dejarnos como testimonio auténticas fortalezas del ingenio humano en soberbios y magníficos puentes que han desafiado las furias del tiempo y del agua a través de milenios y cuando ese hombre descubre y doma la fuerza permanente del agua, en sus orillas se levantan esos molinos de agua que con el nombre de Aceñas han llegado hasta nosotros como testimonios claros del nivel al que llegaron los célebres Maestros de Ribera, auténticos genios de la época.

En nuestro Duero y a su paso nos quedan testimonios de gran categoría, en la que esos célebres maestros de Ribera demostraron su dominio y la altura a que llegaron como lo demuestran que después de varios centenares de años han resistido todo olvido el abandono como lo encontramos aguas abajo y aún resisten su abandono y su triste soledad.

La iglesia a lo largo de la Baja Edad Media principalmente y siguiendo en la etapa posterior se constituyó en la gran empresa constructora a la vez que distribuya entre sus distintos niveles su aprovechamiento y disposición, así la Mitra, el señor Obispo y el Cabildo dispusieron por ese orden de las de Pinilla, Cabañales y Olivares y en estas últimas en el primero de los tajamares de estas de Olivares está muy claramente colocado el escudo del Cabildo catedrálicio.

Estos sólidos y mudos monumentos arquitectónicos, que un día muy lejano hasta la década del cincuenta del pasado siglo fueron la solución del pan nuestro de cada día para una parte de las tierras del Vino y del Pan, hoy despojadas de su atributo clave y fundamental, sus grandes aspas que aprovechaban la fuerza constante del agua y que constituyan sus sello de identidad, solitarias y muertas de abandono y aburrimiento esperan la imaginación fresca y calenturienta de algún imaginativo fracasado poeta para devolverle la vida y la luz que agua del río se lleva sin pena ni gloria y a veces llorando, estoy seguro.

Paisaje vivo y permanente, campo vivo de inspiración para poetas del viejo cuño, fuente de inspiración para destacar lo más sublime de la historia de la ciudad, de todo y para todo vale el río y sus aguas, pero los grades Maestros de Ribera dejaron escondidos sus mensajes en las grandes ruedas, que siguen guardando sus secretos, sin embargo creo que hay que buscarlos y sacarlos a la luz. Primer capítulo, devolverle a las Aceñas sus auténticas señas de Identidad.