Anda revuelto el río tecnológico en nuestro país y la razón no es otra que el ingenio de un joven que, en plena crisis económica, ha decidido salir adelante poniendo patas arriba el mundo del videojuego.

Dentro de las nuevas tecnologías, este sector es el que más dinero mueve merced a la gran cantidad de dispositivos y juegos que existen. Y una de las empresas más importantes es Nintendo, que con su consola portátil DS es una de las referencias mundiales del sector.

La multinacional japonesa tiene en el mercado global diversos dispositivos de juegos -las consolas- tanto para el hogar como portátiles, y de estas últimas destaca su Nintendo DS. Es habitual ver a los chavales jugando en cualquier parte con esas maquinitas endemoniadas que llegan a abstraerlos hasta casi hacerles perder la noción del tiempo. Esos pequeños dispositivos electrónicos funcionan gracias a los juegos que se venden por separado en una suerte de «cassettes» de menor tamaño llamados «cartuchos». Y qué peligro tienen estos cartuchos: más que los de caza.

Estos diminutos cuadrados de plástico repletos de circuitos electrónicos contienen la esencia del entretenimiento por el que suspiran los jóvenes -y no tan jóvenes- de hoy en día. Una vez introducidos los cartuchos en las endemoniadas maquinitas se destapa el tarro de las esencias del entretenimiento, y uno ya no puede parar.

Pero esos cartuchos con juegos son caros -los de la DS cuestan unos 30 euros de media-, y existen unas versiones «más económicas». Descargadas de Internet o compradas en el top manta, las copias pirata de los videojuegos están haciendo mucho daño a la industria. Y debido a todo ese perjuicio económico algunas firmas empiezan a confundir las copias ilegales con las posibilidades legales.

Las consolas necesitan un sistema operativo, un programa interno que junto al juego del cartucho permiten disfrutar de la máquina. Y esa programación está protegida para evitar su manipulación. Evitando la manipulación impedimos que la consola de videojuegos se convierta en, por ejemplo, una agenda electrónica. Pero, ¿por qué limitar de esa manera las capacidades de un dispositivo electrónico, si modificando su programación podemos aumentar sus posibilidades? Es como si cambiamos la radio del coche por una con CD. Seguimos teniendo música, pero con muchas más opciones y calidad.

¿Se imaginan que con su coche sólo pudieran usar una marca de neumáticos, repostar en una única gasolinera o tener que ir siempre al mismo taller? ¿Les parecería normal que en la televisión de su casa solo pudieran ver la cadena que el fabricante quiere?

El asturiano Alejandro Fernández ha conseguido romper con esas limitaciones: ha creado un cartucho que, en lugar de incluir un juego, permite modificar la programación de la consola para que esta pueda hacer muchas más cosas y así poder ejecutar cualquier programa y no solo juegos.

Pero eso no ha gustado en la casa del amo. Nintendo, muy lejos de la simpática imagen de Mario -el personaje insignia de la compañía- ha emprendido una cruenta batalla legal contra todo aquel que intente modificar su consola de videojuegos, contra todo aquel que intente cambiarle la radio al coche. La compañía nipona pide 23 años de cárcel y 840.000 euros por la comercialización de unos cartuchos que aumentan las posibilidades de la consola, por unos cartuchos que a todas luces mejoran el dispositivo.

Aunque no es este el primer caso, ya que en octubre del pasado año Nintendo ya hizo caja tras la condena de una pequeña empresa mallorquina que consiguió transformar la consola portátil de la empresa nipona en un dispositivo pirata que servía para tomar comandas en bares y restaurantes.

Y todo en nombre de la lucha contra la piratería. Da la sensación de que en algunos casos estamos yendo demasiado lejos. No olvidemos que según el código penal un pirata es «el que con violencia, intimidación o engaño se apodera, daña o destruye una aeronave, un buque u otro tipo de embarcación...». Lo dicho, estamos cruzando el límite con algunos jóvenes en este país.