Que haría si le tocara la Lotería de Navidad? Buena parte de los encuestados responde que se quitará la hipoteca. Es la pesada carga que gravita sobre muchos hogares españoles castigados por la crisis. Vivir hipotecado siempre es causa de preocupación; en estado de penuria entraña desesperanza y humillación. Arthur Miller pinta la situación en su celebrado drama «La muerte de un viajante»; el protagonista, típico fanfarrón americano, se suicida; la viuda le recrimina la acción porque después de muchos años, la hipoteca de la casa estaba vencida; ya podían sentirse liberados de la larga pesadilla. Por ello resulta natural confiar a la suerte como solución extrema, la cancelación del engorroso débito comprometido en tiempos más bonancibles y esperanzadores que el presente; al concertar la hipoteca, por parte del otorgante se multiplicaron felicitaciones, buenas y palmaditas en la espalda; luego todo fueron exigencias con carácter de ultimátum a las que el deudor atrapado por circunstancias ajenas a su voluntad, no puede responder; tarde ha comprendido que la gozosa compra del piso fue un negocio para él. Este año el Gordo y sus secuaces han dado mucho, abundante y bien repartido por las tierras de España; algo les habrá llegado a los pobres de las hipotecas, que sacrificaron unos euros para adquirir el número afortunado. Felicidad de muchos, alegría general en la vecindad; los premios supermillonarios incitan a la envidia de las gentes y tientan a secuestradores ladrones.

En un libro escolar de lecturas se nos decía que es más feliz que el ricachón, el que se contenta con poco. Esta vez la lotería navideña ha inundado de felicidad, lógicamente efímera, él numerosos españoles; muchos más son los que resignados buscan consuelo en el reintegro y piensan que siempre tendrán la Lotería del Niño para darle otro tiento a la suerte hoy esquiva. Buen psicólogo. Gila dibujó en uno de sus monos de «Imperio» el tipo de jugador con vocación de conformista: es el hombre que pide a la lotería: déme usted un reintegro. Al contrario que los gordos, premios tan entecos no mudan el carácter ni los hábitos del afortunado; el humorista, temporalmente zamorano muy a gusto, lo explicaba con su famoso chiste telefónico: «¿Es el partido comunista? Bórreme que me ha tocado la lotería».

Tan corto como el vuelo de la perdiz en julio, es el vuelo de la ilusión lotera; pero hay que agradecerle este débil soplo de esperanza, de templagaitas en este tiempo de atribulaciones sin cuento; nadie creerá que el estado de alarma es el más idóneo para celebraciones jubilosas. Sin embargo, es bien cierto que en situaciones semejantes nunca viene mal un receso aunque dure lo que un suspiro; el contento popular de la lotería navideña de hogaño se nos antoja reconfortante entremés en medio del drama que, lógicamente, continuará. El optimista «natura sua» nos augura un mes de enero de extremada dureza y dificultades para la economía; extraña afirmación de quien más de una vez aseguró al país que lo peor de la crisis ya había pasado. La tradición y la experiencia popular ponderan los esfuerzos necesarios para superar la siempre temida cuesta que en 2011 que asoma el fruncido morro, se presenta más empinada que nunca. Confiemos en que una vez más fallen los pronósticos de un profeta poco acreditado hasta ahora. Pero alguna vez acertará y en esta ocasión, para su propio consuelo.