Aunque la vida y la obra de don Juan López constituye igualmente una alegoría del alma humana. Durante algo más de tres décadas, desde 1978 hasta hace escasamente unos días, don Juan, zamorano de Videmala de Alba, ha trabajado en la reparación y venta de calzado en su establecimiento cuyo nombre ha hecho honor al trabajo que ha venido realizando: «La Única». Porque único es el artesano que le ha dado vida y única es esa pequeña tienda que ha sobrevivido contra el viento y la marea de tantas crisis .

Llegada la hora de la jubilación, mi zapatero prodigioso y prodigio de zapateros, don Juan, no sólo ha traspasado el local que ha sido su centro de trabajo durante treinta y tantos años, también está traspasando sus conocimientos, que son tantos, al nuevo inquilino. Sólo que al frente de «La Única» ya no estarán ni don Juan López ni doña María Prada Fernández, su mujer, la madre de sus hijos, dueña de una sonrisa franca y hermosa como ella y que, con permiso de su marido, ha sido la cabeza, los pies, el alma, el corazón y la vida de «La Única», quizá porque doña María es una mujer única, forjada en esos moldes de los que salían mujeres extraordinarias como ella.

Don Juan pertenece a esa casta de hombres valientes, decididos, emprendedores, industriosos y siempre bien dispuestos que, durante aquellos años difíciles de la España diferente de otro tiempo, pusieron la proa de su vida rumbo a otras tierras para surcar otros mares de aguas menos procelosas, en busca de nuevos horizontes. Aquellos españoles, trabajadores incansables, ayudaron a levantar España, o una parte de ella, con los ahorros en divisas que, mes a mes, enviaban a la patria añorada. Don Juan fue de los que recaló en Alemania, donde incluso nació su hija Renata. Como artesano, don Juan no tiene precio. La reparación de calzado es oficio artesano. Pero es que, además, en los últimos quince años ha sido un referente en la realización de trajes regionales. No hay una sola comarca que se le haya resistido. Don Juan medía el pie de la clienta, realizaba el patrón, lo enviaba a bordar y, una vez realizado el bordado, confeccionaba un precioso escarpín a la medida ¡y de artesanía! Tener unos zapatos de «carbajalina» o de «viuda rica de Toro» de «La Única» es como tener un tesoro de valor incalculable. Ahí es nada. ¡Unos zapatos diseñados y realizados por don Juan, el zapatero prodigioso!

Sólo que mi zapatero prodigioso y prodigio de zapateros ha pasado a engrosar la larga lista de jubilados que en Zamora son. Y deja «La Única», aunque «La Única» no le deje a él. Desde este rincón de papel, don Juan, doña María, felicidades y enhorabuena por haber superado con creces esta etapa laboral.