Y no son cosa de broma, aunque pueda parecerlo. Es cierto, sin embargo, que en algunos casos nos las tomamos como si no fueran con nosotros, pero nos tienen que importar.

Normalmente usan muletas los impedidos, es decir, los que no aciertan a caminar bien por sí mismos, bien por una fractura o por un esguince, (podríamos llamarlos PSOE, sindicatos, Adeiza, Rajoy, Zapatero, el Zamora C.F., el puente prometido del Duero o el «sursum corda»), es decir, los que navegan casi a ciegas por esa actualidad procelosa del océano de la política, por las aguas revueltas y oscurecidas de las fintas, amagos o simulaciones, los contraataques, los camelos, los engaños variados y las asechanzas o puñaladas sin sentido contra los que no están de acuerdo.

A su lado, por el contrario, está la danza vigorosa y rotunda de quienes quieren ver claro algún acontecimiento o proyecto y no consiguen aclararse oyendo a sus creadorxxxes. Es el baile de los que saben o aparentan pisar con fuerza aunque desbarren en el ritmo y no conozcan la música ni sepan oír la melodía.

Las muletas las llevarían Zapatero y Rajoy, o Tejedor, por decir algo. El mambo, sabrosón y retorcido, sin embargo, lo bailan PNV, CiU, el PSA (de Andalucía por supuesto), Caja Rural y Caja Laboral, y algún otro. Bailan ellos con soltura y con seriedad y meten en danza a todos los demás; y al que se quede mirando le tocará siempre bailar con la más fea el baile de la Yenka (izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos tres?.) por muchas carantoñas y zalamerías insulsas que quieran hacer al sufrido espectador, aletargado por los impuestos y por las crisis del desempleo o del «trabajo de formación para Estado» que fue lo que soltó, con muy poca gracia y menor sentido común y coherencia mínimamente honrada, el empedernido optimista morboso.

Como todo el mundo sabe, las muletas tienen una doble posibilidad; pueden servir, si son las de la torería de clase, para manejarlas adecuadamente con la mano izquierda y lidiar así a cualquiera que quiera ponerse a embestir. Se logran entonces faenas extraordinarias e inexplicables (como la última a Paxti López, el lehendakari) a quien se lo han puesto por montera los jefazos del PNV de turno con la inestimable ayuda de ya sabemos quién. Las otras muletas son habitualmente mala señal: síntoma claro de enfermedad ósea o medular de la columna vertebral de la sociedad, que está aquejando a todos desde que el presidente que tenemos se ha empeñado por encima de todo en terminar la legislatura como sea, en vez de atreverse a hacer de una vez el acuerdo que España necesita de reformar la Ley electoral y evitar, en consenso claro con el PP, que unos cuantos diputados nacionalistas de allá o acullá sean capaces de dominar la Política de todos. Está visto que el reparto porcentual de votos para tener diputados por autonomías es algo que se ve obsoleto, retrógrado, inútil y verdaderamente pernicioso para la mayoría.

Pero ¡claro!, el acuerdo debe ser total y unánime y esos dos adjetivos el político actual que pulula por España los considerará nefastos para sus intereses personales y de partido. O sea, ¡agua y ajo!?. Lo esencial es el morbo de la huelga o saber lo último de Belén Esteban o ver a quiénes conocemos de los que están en los juzgados de Málaga por la Operación Malaya a la espera de no se sabe qué?.