El pasado 7 de agosto resultaba sencillamente impresionante la estampa que ofrecía el estadio de San Lázaro, el estadio de los aficionados del «Compos». Más de diez mil jóvenes abarrotábamos las instalaciones deportivas para participar en la vigilia de oración con la que culminaba la PEJ, la Peregrinación y Encuentro de Jóvenes. Atrás quedaban el sacrificio y el cansancio del camino jacobeo, para abrirnos ahora de lleno a la fiesta de la fe. Una y otra vez, el cardenal Rylko rasgaba el silencio con sus palabras y su acento polaco, que traían a la memoria aquellas otras pronunciadas por su compatriota Juan Pablo II en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Santiago de Compostela en 1989. Estas palabras se me quedaron grabadas y comentando después con otros me di cuenta de que no fui el único: «nuestros grandes enemigos son la mediocridad, la indiferencia, la superficialidad que no nos hacen tomar en serio la palabra de Dios: "Sed [...] perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5,48)».

No está de más que al comienzo de un nuevo curso pastoral, con la caridad como hoja de ruta y objetivo diocesano, y ese «hat-trick» de 1) la celebración de la cruz de los jóvenes en noviembre, 2) la acogida de los peregrinos en nuestra diócesis y 3) celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid el próximo agosto. No está de más que nosotros que creemos en la Palabra de Dios hecha carne nos fijemos en una palabra muy interesante de nuestra lengua. Porque, en el corazón cristiano, siempre queda espacio para un adverbio, una palabra igual de poderosa que aparentemente inútil: todavía. Con ella somos capaces de conjurar a la niña esperanza para hacernos levantar los ojos a lo alto y esperarlo todo del Dios regalador y sorpresivo, aquel que viene constantemente a nosotros y hace nuevas todas las cosas. ¿No tenemos derecho a ir a por todas? ¿Acaso Dios no nos sueña infinitamente mejor que en nuestros mejores sueños? ¿Por qué no pedirle todo, absolutamente todo lo que necesitamos? Llegado el caso, en su infinita sabiduría, él nos concederá aquello que necesitamos, mucho o poco, pero lo que nunca nos quitará -porque es deseo y sueño suyo- es esa serena alegría de quien sabe que puede volver a ponerse con los brazos en cruz y pronunciar de nuevo y tantas veces como sea necesario esa palabra llena de fe, de amor y de esperanza: Todavía…

Pío XI hizo una vez la siguiente oración: «Demos gracias a Dios por hacernos vivir en tiempos difíciles. Ya no se permite a nadie ser mediocre». Piensa tú, aquí y ahora, en este nuevo curso pastoral: ¿qué voy a hacer? o ¿qué puedo ofrecer? En tu familia, en tu trabajo, en tu comunidad o movimiento o cofradía, en tu parroquia, en tu diócesis, en tu Iglesia. Y no te olvides de que tu acción dependerá de tu oración, y tu hacer de tu ser. Todavía…