La unión hace y da la fuerza, sumar ha sido siempre más atractivo y positivo que la división, que según parece es lo que prima en estos tiempos de las grandes creaciones geopolíticas, que ofrecen la gran paradoja, por otra parte y en contraposición de dividir, no sabemos si para domesticarnos mejor o para repartirse con más holgura y seguridad lo de todos, que siempre ha sido la meta y el objetivo de los tiempos pasados, hoy más acentuado por las facilidades que ofrecen los grandes rebaños geopolíticos.

Nosotros, los de estas tierras del Duero estamos viendo como al Norte de este río hacia el Oeste se están moviendo con mucha seguridad, acercamiento y firmeza, las comarcas de uno y otro lado de la Raya esa que por última vez se trazó el 29 de septiembre de 1864, o sea que se van a cumplir ciento cuarenta y seis años del último amojonamiento de la tristemente denominada frontera, hoy vulgar y amigablemente denominada la Raya.

Las tierras de uno y otro lado al Norte del Duero no necesitan componendas ni falsos añadidos, porque en sus genes históricos conservan aquella fracción comprendida entre el Miño y el Duero con el título de Condado de Portugal feudatario de Castilla del rey Alfonso VI, (1072-1109) quien concede a su hija Teresa y a su marido el Borgoñón don Enrique dichas tierras con toda la problemática que tal condado va a crear al ser reconocido como reino en 1143, una fecha tan rica en acontecimientos históricos, que marca un antes y un después como es fácil comprobar con Moreruela por ejemplo.

De esa separación se pueden destacar varias etapas históricas en las que desde los derechos dinásticos hasta las últimas guerras, en las que el centralismo se decidió, bien por razones dinásticas, bien por resultar más significativo de cara a la Europa de entonces, lo cierto es que en ese mediados del diecisiete, se malogró la gran ocasión de la unidad de la península jugando más que por la unidad, por mirar a Europa.

La historia es como la naturaleza, pasa su factura siempre, a veces tarda siglos, pero nunca deja sin saldar sus cuentas.

Ni los trasmontanos ni los alistanos necesitan echar mano de recursos de ninguna clase o tipo para entenderse en el primer encuentro, porque en su fondo hay una base común, que les permite entenderse con solo mirarse. Y una muestra cargada de recuerdos y de emociones compartidas a lo largo de siglos y a pesar de las etapas de trabas permanentes y duras ellos han conseguido sobre las bases espirituales unas veces y las culturales siempre desarrollar ese encuentro permanente que es el mejor ejemplo y la prueba más evidente de ese fondo común, que les convierte siempre en una hermosa posibilidad.

No necesitan estas tierras nuevas ni absurdas creaciones político-administrativas para entenderse y formar ese todo común que todos esperamos. Solo hay que derribar barreras, no crearlas, que según parece es la idea que priva con el solo objeto de llenar el campo administrativo hasta límites difíciles de digerir a niveles presupuestarios.

La tradición con la historia a cuestas de Castilla es la marcada hacia el Oeste y mientras no complete ese ciclo parado a mediados del siglo XII, concretamente en 1143, no terminará su ciclo histórico. Y hoy se está planteando una nueva oportunidad, esperemos que las gañanías de turno, cumplan con sus obligaciones. Hablemos y actuemos con seriedad y firmeza en el Oeste y después ajustaremos cuentas en el Noreste.