Pero no hay estímulos. La gente lee el periódico y ve cuánto mejor es ser asalariado que empresario y, según dónde, pensionista que trabajador.

Los informes de Hacienda aseguran que los pequeños empresarios y profesionales liberales declaran ingresos medios anuales inferiores a 12.000 euros, la renta de un mileurista. Vale más ser mileurista por cuenta ajena que por cuenta propia. En Baleares los pensionistas declaran, de media, 6.222 euros más que los profesionales y pequeños y medianos empresarios.

Así no hay manera de crear vocaciones empresariales pero, con los mismos datos y un enfoque positivo, sincero y de alegría liberal, la cosa cambia.

Oímos en cátedras y tabernas que a nadie le gusta pagar impuestos. Convirtámoslo en una ventaja: «Hazte empresario y no pagarás a Hacienda». Si te va mal, podrás evadir. Si te va bien, alcanzarás esos ingresos en los que el tipo se detiene y tendrás fórmulas de desgravación. ¿Complicado? No, hombre. Tú eres pobre, compras un necesario felpudo y en esa acción gastas dinero y pagas impuestos. Tú eres rico, compras un valioso tapiz para tu disfrute, que es una inversión, y si le quitas los ácaros, desgravas. Así aumentas su valor, quedas como un señor y con tu dinero mantienes patrimonio artístico en vez de a chusma de distintas edades y mala salud, como habría hecho el Estado en algún porcentaje.

Cuando eres rico, el Estado no quiere tu dinero. Zapatero, tan rojo y resentido, proclama que no merece la pena subir los impuestos a los que más tienen, que esta crisis ya la pagamos entre los demás. Tienen razón los liberales. No hay que dar dinero al Estado. El que cumple con Hacienda es gilipollas por incompetencia o por vocación.